Frente el Plan Nacional de Búsqueda impulsado por el gobierno.
por Katia Espejo Gómez.
Mi nombre es Katia Espejo Gómez, hermana de Rodolfo Alejandro Espejo Gómez, militante revolucionario, detenido-desaparecido, capturado por los agentes del horror fascista un 15 de agosto de 1974 cuando tenía 18 años. Soy además hija de Elena Gómez, quien fue activa y honesta militante del sueño de la Unidad Popular y ha sido incansable luchadora por la justicia y la verdad durante toda su vida.
Lo expuesto anteriormente debiera bastar para explicar mi decisión de no participar de ninguna instancia que se forme a propósito del Plan Nacional de Búsqueda de los Detenidos Desaparecidos impulsado por este gobierno, pues cada palabra y hecho mencionado sintetiza todo el sentido histórico, político y moral que la justifica.
Sin embargo, por consideración hacia aquellas compañeras y compañeros a quienes he acompañado en estos largos años de búsqueda y lucha, a las madres y hermanas que me vieron crecer y me cobijaron durante gran parte de mi vida, que hoy vuelven a llenar sus corazones con ilusión frente a esta nueva farsa institucional y que se deben estar preguntando por qué no solo no creo, sino que repudio esta maniobra vergonzosa por limpiar la imagen de un sector que defiende y perpetúa, a punta de represión, traición y conciliaciones, un sistema perverso que se llevó la vida mi hermano y contra el cual mi madre y yo hemos luchado sin descanso, he optado por contarles las razones de mi negativa.
Jano fue un militante revolucionario. Cuando declaro esto estoy significando que el sentido de su lucha y sus esperanzas era la derrota del capitalismo y fue consecuente con ese anhelo al punto de entregar su vida por él. Quienes lo detuvieron, torturaron e hicieron desaparecer, fueron solo la mano ejecutora local, atroz, cobarde, de un proyecto de poder, de alcance mundial, que se sintió amenazado por lo que mi hermano y toda una generación rebelde hicieron y por lo que ellos representaban.
El fascismo en Chile no es un accidente siniestro con el que se tropezó nuestra historia, es la manifestación más descarnada y terrible de un modelo de opresión y dominación que no vacila en exterminar toda forma de vida, a veces lo hace soterradamente, disfrazándose con el ropaje de democracias liberales, como la que representa el gobierno actual, otras de manera brutal, sacándose la máscara y mostrando su verdadero rostro genocida y represor, como la dictadura fascista que se inició el 11 de septiembre de 1973. Condenar el fascismo mientras se protege el capitalismo es no solo hipócrita, sino también criminal.
Mi madre fue la mentora, compañera y cómplice de Jano en ese ideal revolucionario. Juntos compartieron la militancia política, el activismo consecuente, los días de trabajo arduo, las noches de conversaciones fraternas y los proyectos de una vida mejor.
Cuando la bestia fascista, hija predilecta del capitalismo, arrasó con el esfuerzo compartido por millones de construir una nueva sociedad, ninguno de los dos pensó, ni por un instante, refugiarse en el inmovilismo, la desesperanza o el dolor. Jano se sumó inmediatamente a las filas de la resistencia, con el consentimiento, el apoyo y el orgullo de mi madre. Porque si hay algo que ha caracterizado a los dos seres que me han inspirado a lo largo de toda mi vida son la valentía, la consecuencia y la decencia.
Luego, cuando el horror nos golpeó por segunda vez, ahora directamente en la puerta de nuestro hogar, para llevarse a mi hermano, el mejor de nuestra familia y sin duda uno de los mejores hijos de nuestra patria, mi madre, nuevamente, eligió luchar y se volcó a las calles junto a cientos de madres y hermanas, para buscar, para denunciar y para organizar, no podría haberlo hecho distinto, no sabía hacerlo distinto.
Crecí, maduré y ahora me acerco a la vejez, de la mano de estos dos gigantes. Cada decisión política, cada acción, todos mis pensamientos, han estado inspirados en continuar el legado de ambos, lo que me ha impulsado siempre a mantener la lucha revolucionaria y la consecuencia, entendiendo que mi hermano no descansará, no podrá ser liberado, mientras no se cumpla la tarea emancipadora que dejó pendiente.
Cuando pensé, al igual que cientos de miles, que el 18 de octubre del 2019 se había despertado ese momento único e irrepetible de la liberación, que había estado aguardando, a veces en silencio, otras como chispa rebelde, siempre como desobediente respuesta al poder opresor, vino la reacción corporativa, en bloque, ese fatídico 15 de noviembre, del sector que defendería a toda costa sus privilegios y el modelo que les permitía gozar de ellos, para arrebatarnos, al amparo de las sombras y entre cuatro paredes, el sueño que se había vuelto a levantar. Y se abrazaron de madrugada, como despertando su trasnochado proyecto de opresión, para sellar su pacto de ignominia y mantener el sistema que mi hermano soñó con derrotar.
Y ahora, cuando la traición está consumada, cuando la permanencia del capitalismo está asegurada, cuando los que prometían refundar la policía criminal le entregan todo el apoyo y los colman de recursos para seguir reprimiéndonos, cuando el criminal Yañez en lugar de ser encarcelado es abrazado en La Moneda, cuando nos siguen atacando en cada manifestación con lumazos, gas pimienta y agua con químicos, cuando mantienen encarcelada a parte de nuestra juventud combatiente, cuando este gobierno progre declara sin pudor a los cuatro vientos su reconocimiento por la tradición y las inventadas glorias de las fuerzas armadas, tradición manchada con la sangre de las más terribles matanzas hacia nuestro pueblo, cuando una y otra vez se coluden para mandar tropas a reprimir a las comunidades en resistencia en el Wallmapu, actuando como gendarmes y sicarios de las empresas forestales trasnacionales que están depredando toda la riquísima biodiversidad del sur de nuestra patria, cuando se pavonean con repugnante orgullo de haber encarcelado a Héctor Llaitul, uno de los luchadores anticapitalistas más importantes de nuestra época y a Ernesto Llaitul, su hijo, cuando aprueban el TPP-11, que termina de consolidar el sometimiento de nuestro territorio a las grandes corporaciones que están extinguiendo la vida sobre el planeta, cuando se arrodillan frente a los amos imperiales cada vez que visitan nuestro país, vienen a decirnos que pondrán en práctica un Plan Nacional de Búsqueda de nuestros seres queridos, mientras perfeccionan y perpetúan el sistema que los persiguió, torturó e hizo desaparecer.
Ya conocemos sus intenciones y sus maniobras. La torpeza de este gobierno neoconcertacionista progre, utilizando el dolor y las esperanzas de los familiares, recurre a las ya rancias maniobras de sus predecesores para limpiar su imagen, olvidando que nos hemos curtido en las calles y hemos aprendido, en la lucha permanente, que sus soluciones de parche y sus justicias en la medida de lo posible solo son voladores de luces que nunca tocan ni resuelven el verdadero fondo del problema. Ya no les creemos ni nos prestaremos a sus engaños, hay demasiada memoria y dignidad en este largo camino como para que nos dejemos seducir por sus burdos artificios palaciegos.
La única forma de que nuestros caídos y nosotros encontremos la paz, es cuando la tarea que dejaron pendiente sea consumada y derrotemos este sistema de muerte y todas las instituciones que lo sostienen.
No le reconocemos ninguna autoridad política, ni moral, ni histórica, a este gobierno capitalista progre, servil a la derecha golpista y a las grandes trasnacionales que nos depredan y exterminan, ni a sus ministerios ni comisiones de expertos, ni al poder judicial cómplice, a lo largo de toda su historia, de la represión y los asesinatos hacia nuestro pueblo, ni a los milicos cobardes y genocidas, para tomar en sus manos la tarea de buscar, ni menos de redimir a nuestros caídos, cualquier presencia de estos burócratas y su cohorte funcionaria solo ensucia la memoria y la imagen de quienes trascendieron a su tiempo para convertirse en la fuerza que nos impulsa a no decaer.
Como hermana de Rodolfo Alejandro Espejo Gómez e hija de Elena Gómez, como luchadora de toda la vida, no solo en la búsqueda de justicia y verdad por la desaparición de Jano, sino también por derrotar este modelo de dominación, no permito que jueguen con la memoria de mi hermano ni que nos intenten manipular con sus mezquinos intereses y mientras me quede aliento y fuerzas lucharé con toda mi energía, con toda mi rabia, por condenarlos, por denunciarlos y por derrotarlos, se lo debo a mi hermano y sé que él comparte cada palabra expresada y mi indignación por este nuevo montaje.
Como lo dije anteriormente, de mi hermano y mi madre heredé la consecuencia y la decencia, jamás traicionaré ese legado.
02 de noviembre 2022
Fuente: Recibido por CT 02-11-2022.
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Rodolfo Alejandro Espejo Gómez
Rodolfo Alejandro Espejo Gómez nació el 31 de julio de 1956 en Santiago. Estudiaba en el Instituto Comercial Nocturno N° 2 y vivía con su familia en la calle Vidaurre, comuna de Santiago.
Voluntario de la 16ª Compañía del Cuerpo de Bomberos de Santiago y militante del Partido Socialista, el 15 de agosto de 1974, a los 18 años, fue detenido en su domicilio por agentes de la DINA.
Tras esto, fue llevado forzosamente al domicilio de la pareja de Gregorio Antonio Gaete Farías, para que lo reconociera.
Ambos permanecen desaparecidos. Además de su paso por Londres 38, testimonios de ex detenidos sobrevivientes señalan haberlo visto en José Domingo Cañas y Cuatro Álamos.
En julio de 1974 su nombre apareció en la lista de los 119.
En la foto:
Rodolfo Espejo con su hermana menor Soledad durante un paseo realizado al Cajón del Maipo meses antes del golpe de Estado de 1973. La imagen fue capturada por el padrastro de Rodolfo y esposo de su madre Elena, con quienes asistía regularmente a descansar los fines de semana en las afueras de Santiago.
Fuente: http://archivodigital.londres38.cl/fotografia-de-rodolfo-espejo-con-su-hermana
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