Viejas, marchitas y desahuciadas a los treinta y cinco.
por Adriana T. /Ctxt.
Actrices andaluzas de la Asociación AAMMA reclaman mayor presencia de mujeres de todas las edades en los medios audiovisuales y recuerdan la decisiva influencia que la ficción ejerce sobre el imaginario colectivo.
Digamos que se llama Patricia. Patricia acudió a la consulta de la psicóloga y actriz Lu Carrasco hace un tiempo con síntomas de ansiedad, angustia y un sentimiento profundo de tristeza. A sus 28 años, se sentía compelida a mantener una relación sentimental que la estaba haciendo profundamente infeliz. En el marco de seguridad que brinda la relación terapéutica, terminó por confesar la causa real de su desazón: estaba convencida de que, a su edad, ya se le había pasado el arroz. “No llego a tiempo para encontrar a otra pareja y tener hijos”, afirmó con rotundidad. Patricia estaba dispuesta a mantener esa relación desdichada con tal de no quedarse sola o ver sus proyectos idealizados frustrados.
Pero, ¿cómo llega una persona tan joven a una conclusión tan equivocada? ¿Qué clase de propaganda se está inoculando en el cerebro de las mujeres para que empiecen a sentirse viejas y descartables antes siquiera de haber alcanzado la treintena? ¿Cómo se convence a alguien cuyo organismo se encuentra –objetivamente– pleno del vigor de la juventud de que, sin embargo, para ella ya es tarde?
Si bien no existe una única explicación para este fenómeno, sí podemos encontrar algunas causas fácilmente identificables. Por la consulta de psicología de Carrasco pasan muchas mujeres, de distintas edades, y ha ido encontrando un nexo común a muchos de los problemas de salud mental que algunas de ellas sufren. Lu Carrasco forma parte de la Asociación AAMMA (Asociación Andaluza de Mujeres de los Medios Audiovisuales). La asociación, presidida por la productora sevillana Agus Jiménez, cuenta con más de diez años de historia. Compuesta por más de doscientas socias de todos los ámbitos de la industria cinematográfica, Algunas de las integrantes del movimiento ‘Actrices sin fecha de caducidad’. Remedios Malvárez ha sido interlocutora con las instituciones y administraciones para la elaboración de la Ley del Cine de Andalucía, dotándola de perspectiva de género. En esta ocasión, sus actrices han iniciado una campaña durante el reciente Festival de Cine de Sevilla manifestándose por la inclusión y representación de mujeres reales –con independencia de sus edades, cuerpos, arrugas o aspecto físico– en los medios audiovisuales. Los hashtags en las redes sociales son #descalzateporlasactrices y #actricessinfechadecaducidad.
Pasados los 35 años de edad, las mujeres tienden a desaparecer en las pantallas, dicen. Muy especialmente en la franja entre los 35 y los 65, las actrices parecen volverse invisibles. “Pedimos actrices sin fecha de caducidad. Exigimos inclusión y representación de mujeres diversas, de todas las edades. Pedimos que se incluya actrices de más de 35 años en papeles protagonistas. En primer lugar, porque para nosotras es injusto que en el momento vital en el que mayor capacidad y experiencia tenemos para encarnar a personajes, se nos empuje a la cuneta. Y después, porque sabemos del poder que tienen la televisión y el cine para educar, para crear estereotipos o mantenerlos, y esto permea en toda la sociedad, pero muy especialmente entre las niñas, las adolescentes y las mujeres”, explican ellas en su reivindicación. Tampoco los hombres son ajenos a los clichés y tópicos que les inculcan desde la ficción para mantenerse anclados en determinados comportamientos tóxicos.
En el año 2017, la Fundación AISGE –presidida por el actor Emilio Gutiérrez Caba– realizó el estudio más exhaustivo hasta la fecha para analizar la presencia de las mujeres en las producciones españolas de ficción durante el periodo 2014-2016.
Las conclusiones no resultan muy sorprendentes. Los personajes femeninos con mayor relevancia o protagónicos son –sin detenernos en analizar su calidad– cuantitativamente inferiores a los masculinos en todos los rangos de edad, acentuándose aún más estas diferencias hacia los treinta y cinco años, edad a partir de la cual las actrices simplemente dejan de existir en la mayoría de las producciones. Por proporcionar algunas cifras, el estudio afirma que los personajes femeninos apenas representan una media del 37,8% del número total de interpretaciones actorales de los largometrajes españoles exhibidos durante el citado periodo. Dicho de otra manera: en el cine español, por cada personaje femenino, hay 1,64 masculinos, lo que evidencia una clara infrarrepresentación de la mujer. Por otro lado, las protagonistas femeninas mayores de cuarenta y cinco años representan tan solo una media del 24% de los papeles protagonistas.
Las mujeres carecen de un espejo en el cual mirarse, y los pocos que existen muestran una realidad deformada: las actrices que logran seguir trabajando y tener éxito pasados los cuarenta años suelen valerse de múltiples cirugías, dietas estrictas y otros procedimientos más o menos agresivos que les permiten aparentar una edad muy inferior a la que tienen, perpetuando así el culto a la juventud y la adherencia a determinados cánones de belleza. “Lo que no se nombra o no se ve, pasa a considerarse inexistente o erróneo”, afirman desde la Asociación AAMMA.
Pero no sólo eso. Como explica Carrasco, la representación cualitativa de las mujeres en la pantalla también deja mucho que desear. Actrices que no llegan a los treinta aparecen encarnando roles de madres de hijos adolescentes, mientras que los actores seleccionados para ser sus intereses románticos en la ficción pueden tener diez o veinte años más sin que a nadie le resulte chocante. Además, las mujeres suelen representar roles pasivos, de sumisión al varón protagonista.
La polémica no es novedosa en absoluto. En las últimas décadas han surgido diferentes herramientas de análisis más o menos precisas para intentar explicar el papel de las mujeres en la ficción. De sobra conocido es el llamado Test de Bechdel, empleado para evaluar la brecha de género en las producciones artísticas. El test consta de apenas tres requisitos: el primero es que en la película aparezcan al menos dos personajes femeninos. El segundo es que estas mantengan una conversación entre sí, y el tercero es que la conversación no tenga como tema un hombre. Pese a que pasar el test no implica en absoluto que nos encontremos ante un guión feminista, son incontables las grandes producciones cinematográficas de la época más reciente que no superan la prueba.
Otros instrumentos de análisis de la ficción son el Principio de Pitufina, (la práctica, todavía no infrecuente, de colocar a un único personaje femenino estereotipado en medio de un elenco de personajes masculinos); así como el test propuesto por la ensayista estadounidense Ellen Willis, quien se hacía una única pregunta: ¿si cambiamos el género de los protagonistas de una película, el argumento sigue teniendo el mismo sentido? Y, por último, quizá la prueba más irreverente de todas, conocida como el Test de la Lámpara Sexy: si sustituimos a las mujeres de la película por lámparas sexys, ¿la historia sigue funcionando?, quedando así probada la irrelevancia de muchos de los roles femeninos en los medios audiovisuales. Una vez más, no son pocas las grandes superproducciones que podrían haber empleado a una lámpara en un lugar de una actriz sin que la historia se hubiera visto alterada de manera sustancial.
No existe entrada en la Wikipedia en español si una teclea el término “mirada masculina”, por lo que no queda más remedio que traducir la versión en inglés, que viene a decir algo así: “En la teoría feminista, la mirada masculina es el acto de representar a la mujer y al mundo en las artes visuales y en la literatura desde una perspectiva masculina y heterosexual, que representa a la mujer como objeto sexual para el placer del espectador (varón heterosexual)”. Dicho de otro modo: el varón se convierte sistemáticamente en el sujeto –activo– que mira, y la mujer en el objeto –pasivo– contemplado. No existe paridad ni simetría entre ellos. No es posible aspirar a la igualdad con esas condiciones de partida.
La representación en los medios audiovisuales no es un asunto menor. El poso y la influencia que la ficción siembra en el imaginario colectivo nos interpelan a todos. De vuelta a la consulta de la psicóloga, las mujeres van desgranando sus conflictos personales. Se sienten gordas, feas, viejas. Desechos fácilmente reemplazables. Se quedan atrapadas en relaciones tóxicas, o toman decisiones nefastas para su propio bienestar. Su autoestima se ha ido cercenando desde la niñez a fuerza de estereotipos. No es difícil imaginar cuáles pueden ser los motivos. “Estamos creando una sociedad traumatizada, repitiéndoles machaconamente a las mujeres y niñas ‘aquí no hay lugar para ti’”, reitera Carrasco. La asociación AAMMA está decidida con este movimiento a construir otra mirada desde los medios audiovisuales.
Fuente: https://ctxt.es/es/20221101/Politica/41337/Adriana-T-Lu-Carrasco-representacion-femenina-cine-machismo-actrices.htm
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