Occidente: La prohibición de los medios rusos en Europa y «La Libertad para qué» de Lenin.

Qué medios nos informan «mejor»: ¿Los rusos o los europeos occidentales?

por Máximo Relti/Canarias Semanal.

Según nuestro colaborador Máximo Relti, las autoridades de la Unión europea pretenden ahora justificar una reprohibición de las informaciones provenientes de Rusia, tomando como pretexto la guerra de Ucrania. Sin embargo, el propósito de enmudecer a RT y a Sputnik viene ya desde muy lejos. Pero, ¿a qué obedece ahora la reprohibición urgente que ahora reclama Bruselas de los medios rusos? En este artículo, Relti nos da algunas claves del actual de la inquietud de la Unión Europea.

Según se informa desde Bruselas, la Unión Europea está sopesando «cuidadosamente» la posibilidad de prohibir la difusión de la prensa y los medios internáuticos rusos, como parte del enésimo «paquete de sanciones» que, también con «mucho cuidado», se prepara para aplicarle nuevamente a ese país.

No obstante, según ha expresado el inefable Josep Borrell – el hombre aquel de los «jardines y las junglas» -, no se trata de censurar a nadie, sino, todo lo contrario, «de proteger la libertad de expresión». ¿Cómo? ¿De qué manera? Las respuestas a estas intrincadas interrogantes las dejó el jardinero Borrell al arbitrio de aquellos que le escuchaban.

¿QUÉ MEDIOS INFORMAN «MEJOR»?: ¿LOS RUSOS O LOS EUROPEOS?

Al margen del hecho evidente de que, en efecto, las plataformas rusas RT y Sputnik difunden con clara preferencia los criterios políticos afines al Gobierno que los financia, puede afirmarse con rotundidad que el contraste de puntos de vista sobre la situación política internacional es considerablemente más plural en ambas plataformas comunicacionales rusas que en aquellas que diariamente podemos contemplar en los mass media ubicados en países de la Europa occidental, incluida la ferozmente beligerante BBC londinense.

En estos últimos, tanto en la prensa como en la radio y la televisión, se ha terminado imponiendo un criterio herméticamente monolítico, orweliano, «de guerra total», en relación con la difusión de puntos de vista que cuestionen, aunque sea levemente, la fachada informativa oficial. No existe el más mínimo margen para el disenso.

En España, por ejemplo, se ha llegado al punto de evitar que los militares con auténtica cualificación en temas bélicos accedan a los medios de comunicación y proporcionen su opinión profesional acerca de la evolución de los acontecimientos en el frente de batalla ucraniano. Solo unos pocos uniformados, estrechamente vinculados al criterio oficial, son invitados a participar en entrevistas claramente prediseñadas. Al resto no les permiten ni aparecer por los platós dedicados a ese tema.

Las tertulias, asimismo, han sido convertidas en auténticos «partes de guerra», donde una legión de desconocidos e imberbes pitonisos están desempeñando la función de «oráculos» de la guerra de Ucrania.  Sus previsiones acerca de la marcha del conflicto han resultado tan descabelladas y desmentidas por los acontecimientos que el desinterés ha cundido entre los telespectadores, haciendo que el desinterés por este tipo de programas haya provocado que las audiencias caigan en picado.

 

LAS RAZONES POR LAS QUE LA «CANCELACIÓN» DE LOS MEDIOS RUSOS ES UNA IMPERIOSA NECESIDAD

Las autoridades de la UE pretenden ahora justificar la «cancelación» de las informaciones provenientes de Rusia tomando como pretexto la guerra de Ucrania. Sin embargo, el propósito de enmudecer a RT y a Sputnik no es una novedad. Viene desde muy lejos. Años antes de que se produjera la invasión rusa de Ucrania ya se había estado  tratando de cortarle las alas a toda información «alternativa» proveniente del Este.

En España, el mero hecho de que RT informara en directo de cómo se estaban produciendo los acontecimientos durante el machacado referéndum en Cataluña, se convirtió en una suerte de «casus belli» para el Gobierno de Rajoy.

La verdad es que desde el punto de vista y los intereses, tanto económicos como políticos, del conglomerado mediático que hegemoniza la información occidental, puede llegar a entenderse como «razonable» el «proyecto mordaza» con el que Bruselas, – y detrás de Bruselas, Washington -, pretende uniformar a la opinión pública europea.

La cuestión es que la existencia de plataformas mediáticas rusas está suponiendo una desasosegante perturbación, un serio obstáculo, para lograr la unanimidad de una opinión occidental preocupantemente fragmentada. Y no es porque el cuadrante por el que fluye la información procedente de Moscú sea, ni mucho menos, el idóneo para disponer de una información exhaustiva y equilibrada de los acontecimientos mundiales en liza. El sesgo de las informaciones provenientes de Rusia, al igual que sucede con las del resto del mundo capitalista occidental, responde inequívocamente a los intereses de sus respectivas oligarquías económicas.  Pero al ser estos disímiles y contradictorios con los de las oligarquías occidentales, las informaciones y los puntos de vista rusos suponen para Occidente un insoportable contrapunto dirigido a la línea de flotación de su argumentario. Supone una quiebra rupturista para el conjunto de su estrategia comunicacional.

Las «filtraciones» provenientes del Este están sirviendo para poner a flote las contradicciones flagrantes en las que está incurriendo la Europa occidental en relación con sus intereses objetivos. La expresión de ese divorcio pone histérica a Bruselas y preocupa enormemente a Washington. Fundamentalmente, porque se trata de una situación irresistible en el tiempo, pues al poner los medios rusos en evidencia el embrollado atolladero en el que los dirigentes políticos europeos han metido a sus propios pueblos, más tarde o más temprano concluirá rompiendo la cadena. Y lo hará, sin duda, por su eslabón más débil: el de las protestas sociales provocadas por una situación que carece totalmente de sentido.

Sucede, además, que las citadas plataformas comunicacionales rusas ha logrado penetrar profundamente en América Latina y África, dos extensos espacios continentales todavía susceptibles de apetecibles procesos de recolonización. La penetración ha logrado llegar hasta tal punto que una parte no despreciable de la opinión pública del hemisferio Sur americano no comparte la versión demoníaca con la que las grandes cadenas occidentales tratan de presentar todo aquello que provenga de «territorio enemigo».

Y es que la estrategia de comunicación rusa está siendo extraordinariamente hábil.  Hunde sus dedos en las llagas más purulentas de la estrategia de Bruselas, convirtiendo el argumentario de la participación europea en la guerra ucraniana en un peligroso «cabo suelto», cuyos descontrolados movimientos pueden llegar a arramblar todo el aparejo que todavía permite que la frágil nave de la UE continúe flotando.

De ahí la urgencia con la que Bruselas está reclamando estrechar el flujo de información proveniente del «enemigo», pasándose por la entrepierna los vacuos valores, supuestamente democráticos, que se permite continuar exhibiendo en el frontispicio de su sede.    

Y es que «la libertad de expresión» entendida desde los países capitalistas, – tanto de un lado como del otro lado de la trinchera -, solo será benevolente con aquellos medios minoritarios o alternativos, cuyo tamaño les impida «crear opinión» en amplios sectores de la población. Cuando llega a traspasarse esa línea roja, el Sistema enloquece, pierde el control y comienza a actuar de manera errática, contradiciendo los postulados que decía defender. Eso es lo que está sucediendo en este lado de la trinchera.

LA INTERROGANTE LENINISTA SOBRE LA «LIBERTAD EN ABSTRACTO»

No en vano, aquel agudo revolucionario de principios del pasado siglo, para escándalo de un político español ingenuo y despistado, se preguntó:

– «Sí, sí… eso de la libertad está bien…  Pero…  la pregunta es… ¿para qué y para quién?»

Aquel agudo revolucionario, intelectualmente insobornable, se llamaba Vladimir Illich Lenin. Su pregunta la formulaba desde el punto de vista de los intereses de la clase social que él defendía, el proletariado. 

Desde entonces, y durante los últimos 100 años, la derecha mundial ha tratado de presentar aquella interrogante leninista como si se hubiera tratado de un ataque frontal en contra la libertad abstractamente interpretada.  No había nada de eso, pero lo cierto es que en el curso de ese mismo siglo, las clases dominantes del planeta no han dejado de recurrir a esa misma pregunta cuando las circunstancias los han obligado. Y cuando la respuesta de los pueblos ha sido que esa libertad debía de estar en manos de la gran mayoría, y no de las exiguas minorías, no han dudado ni un solo minuto en suprimirla.  

Pues eso es lo que ahora se urde en Europa: impedir que la libre circulación de la información nos permita reflexionar, sacar conclusiones, decidir, movilizarnos, protestar o sublevarnos. Ni más, ni menos.

Pero no deberíamos tampoco dudar que lo mismo podría suceder en Rusia si los intereses de su propia oligarquía económica llegaran a ser puestos en entredicho.

Fuente: https://canarias-semanal.org/art/33959/la-prohibicion-de-los-medios-rusos-en-europa-y-la-libertad-para-que-de-lenin

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