Chile rojo y negro: Palabras para Enérico, un revolucionario.

En Memoria de nuestro compañero y camarada Enérico García Concha.

por Patricia y Renard.

El sol de la tarde da de golpe, se puede ver el río con la luz refractándose desde sus aguas como una enorme hoguera espejeante, las techumbres de la vieja estación de trenes -herrumbrosas, oxidadas- y, al comienzo de la quebrada, las matas verdes de hierba entre la arboleda. Es un conjunto milagrosamente verde y dorado, un paisaje auspicioso, vibrante y cargado de una alegría repentina porque había amanecido cubierto, a la espera de la lluvia y algo de cerrazón.

Es el mundo que por estos días habitamos en esta ciudad con su historia sobrecargada de naturaleza, ríos, mar, bosques y selva, además de hechos borrascosos humanos y telúricos con el gigantesco terremoto que la asoló hacia mediados del siglo pasado, acompañado de un feroz tsunami, y más tarde, años después, el siniestro golpe de estado cívico militar de 1973 que desencadenó una masacre salvaje en contra de quienes estaban tratando de construir una sociedad más justa y libre.

En otro tiempo habría sonado la sirena anunciando el paso del tren con su columna de vapor asomándose desde la locomotora, el rechinar del hierro sobre los rieles y el paso de los carros iniciando viaje hacia Antilhue, pero estamos en otoño y la red de ferrovías fue siendo desmantelada paulatina e irremediablemente.

Hace unas semanas habíamos estado recordando a Enérico y comentando el día en que nos encontramos de casualidad al doblar una esquina. No sabemos exactamente por qué salió en la conversación, quizás porque era uno de los últimos sobrevivientes cargado de memoria y hechos que no se han socializado del todo y sobre los que volvemos cada cierto tiempo. Pero ya no está entre nosotros, nos ha dejado su impronta y sus recuerdos, probablemente subjetivos y llenos de lagunas, pero siempre relatados de manera amena y fraterna.

Conocimos a Chicho desde la primera Brigada Secundaria del MIR, después en el GPM-4 y en diversas tareas y situaciones. Luego, durante los años feroces de la dictadura, la clandestinidad y diversos avatares nos llevaron por caminos distintos, en el regreso a Chile nos reencontramos en actos de homenaje, lanzamiento de libros o en el cementerio, rindiendo tributo a alguna compañera o compañero. Él siempre dispuesto, siempre presente, siempre preocupado de los demás y siempre alerta a los recuerdos, a la memoria de lucha y reorganización.

Ahora es tarde para preguntarnos por qué no tratamos de ubicarlo, encontrarnos a compartir un café, a conversar. Es tarde para eso y para tantas otras cosas, a veces es tarde con uno mismo. Quizás debamos escuchar más asiduamente la voz interior que nos compele a concretar esas iniciativas y a la que casi siempre le prestamos oídos sordos ante el tráfago diario.

Así se nos pasa la vida, así se va, tan callando … Así transcurren nuestros días, nuestros pequeños o grandes desafíos, intentando mantener la difícil entereza cotidiana ante un mundo donde prevalece el individualismo y la miseria humana, realidad que nuestro compañero Chicho, junto a tantos otros, luchó por cambiar radicalmente.

Hoy en día, las cosas se están dando de un modo oscuro, bastante tenebroso. La atmósfera política, social y cultural es patética, desquiciante para quienes estuvimos prontos a dar la vida para alcanzar un mundo mejor. Todo parece ir en retroceso y se hacen violentamente ciertas las palabras de Trotsky cuando afirmaba que es más fácil destruir, echar por tierra y arrasar las conquistas sociales, los avances históricos de los oprimidos, que conseguirlos. Lamentablemente, la práctica histórica mundial lo prueba.

Pero en contra de todo augurio, en contra de todo pronóstico pesimista, los que permanecemos del lado de los condenados de la tierra, los que somos nadie y no tenemos poder alguno, salvo el de la conciencia como resultado de años de experiencia al calor de las luchas de nuestro pueblo, auguramos -y en esto no nos cabe duda que Enérico estaría con nosotros- que no estará tan lejos el día en que nuevas generaciones retomen el verdadero espíritu de lucha de los oprimidos del mundo y vuelvan a las calles, reconstruyendo y reinventando organización y métodos de combate, rescatando lo que sea rescatable de nuestras experiencias y de otras muchas, y dando al traste definitivamente con los sistemas de explotación existentes, generando las bases para una sociedad justa, igualitaria en derechos y oportunidades para todos, respetando toda vida sobre esta tierra, todas las especies y el planeta mismo.

Pero aquí está el sol y la tarde. Un sol ahora nuboso, una tarde a la par del río, donde prevalecen el verde, los pájaros y una lluvia persistente que amenaza con convertirse en temporal hacia el anochecer.

Así parecen estar las cosas.

Así duele lo mundial, lo de un país aplastado por la oruga del poderío.

Así nos duele la ausencia de Enérico.

Y el sol se ve desdibujado detrás de la techumbre de nubes.

Lluvia sobre la hierba verde.

Árboles a la redonda, madera.

Y el río, caudaloso, ancho, fluvial,

poético sin decir nada, sólo transcurriendo.

Y nuestro recuerdo de Enérico, un compañero de los imprescindibles y de los que permanecerán en la memoria colectiva como ejemplo de lucha y consecuencia.

Valdivia, jueves 27 de abril de 2023.

Fuente: Recibido por CT el 28 de abril de 2023.


Parque por la Paz Villa Grimaldi
@villa_grimaldi: 25 de abril de 2023.
 
La Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi está de duelo. Nuestro socio y ex director de la institución, el compañero Enérico García Concha, “Chicho”, ha partido, sumándose al largo listado de compañeras y compañeros, que se han marchado llevándose nuestro cariño y gratitud.
 
Imagen
En el centro Enérico García Concha.

Fuente: https://twitter.com/villa_grimaldi/status/1651201414322872320


Velatorio en El Cementerio General miércoles 26 de abril de 2023.

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TODOS LOS DÍAS DE LA VIDA. RECUERDOS DE UN MILITANTE DEL MIR CHILENO

UN LIBRO DE ENÉRICO GARCÍA CONCHA /EDITORIAL CUARTO PROPIO/OCTUBRE 2010

«Este relato se refiere a la vida política chilena y en especial a lo que fue la militancia dentro del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) desde sus inicios, a mediados de los años sesenta, hasta principios de los años ochenta. Su autor es un militante. Ingresó al MIR en 1968 y se desempeñó, entre otros, como miembro de la primera guardia presidencial de Salvador Allende (Guardia de Amigos Personales – GAP), como “enlace” de Miguel Enríquez (secretario general del MIR) y responsable de la seguridad de la comisión política del mismo partido. El presente libro se estructura en torno a sus recuerdos y reflexiones sobre los acontecimientos vividos. Son historias que involucran al autor y a sus compañeros, militantes de primera fila y militantes de las sombras».

El libro fue presentado el lunes 25 de octubre 2010 en el Museo de la Memoria, Santiago de Chile, por Marisol Vera, Antonia García Castro, Patricio Quiroga, Javiera Herrera, Daniel Moraga.

Se ha dicho: «Se trata de un testimonio franco, directo y sin concesiones. A lo largo de sus páginas transcurren imágenes, momentos, retazos de lo que fue la experiencia mirista, los inicios, el apogeo y la caída, deteniéndose también en la vida cotidiana, dos caras de una misma moneda. Se podrá concordar o discrepar de las opiniones del autor, pero su honestidad queda fuera de toda duda. Se trata de un libro que deberán conocer las generaciones jóvenes y las futuras, no sólo con la finalidad de saber y acercarse a la vida de mujeres y hombres que con su entusiasmo, inteligencia, obstinación y consecuencia pretendieron incidir de manera decisiva en el curso de los acontecimientos históricos buscando la construcción de una sociedad mejor, sino también para aprender de los errores cometidos y no repetirlos en el futuro que, tarde o temprano, deparará nuevas luchas decisivas«. Leer comentarios completos .

Daniel Moraga – Javiera Herrera Zalaquett – Enérico García C. – Patricio Quiroga. Lanzamiento – 25 de octubre 2010

El video que se presenta a continuación fue realizado por Adriana Canales Quezada. Se trata de la presentación del autor que interviene una vez que hablaron los otros oradores.  Fue su voluntad que entre los presentadores estuviera un historiador (Patricio Quiroga) y dos representantes de las nuevas generaciones (Javiera Herrera, Daniel Moraga). Esa relación entre generaciones fue uno de los temas abordados durante el encuentro del 25 de octubre, entre otros temas a los que Enérico García C. se refiere aquí.

Fuente: Fuente: https://enericogarciaconcha.blogspot.com/p/introduccion-del-libro.html

…..

TEXTO COMPLETO DE LA INTERVENCIÓN DE JAVIERA HERRERA ZALAQUETT- LANZAMIENTO DEL LIBRO, LUNES 25 DE OCTUBRE 2010, MUSEO DE LA MEMORIA, SANTIAGO DE CHILE.

A lo primero que quisiera referirme es al hecho, absolutamente inverosímil, de que yo me encuentre esta noche en esta situación. En realidad, la última vez que estuve frente a un micrófono fue a los cinco o seis años de edad, arriba del escenario de un teatro (no recuerdo si en Santiago o en Concepción) por la conmemoración del 23 de agosto. Yo estaba de pie junto a otra niña, un poco mayor, y, disimuladamente, me iba corriendo hacia atrás para que ella hablara primero. No se me ocurría qué decir. Hasta que llegó nuestro turno y ella dijo: bueno, mi nombre es Mariela y soy hija de Luciano Aedo. Me pareció una forma elegantísima de dirigirse a la audiencia, y cuando me tocó hablar ya no tuve ninguna duda de cómo debía comenzar. Tomé el micrófono y dije: bueno, mi nombre es Javiera y soy hija de Nelson Herrera.

Para mi mamá, esta es una de las cosas de las que habría que arrepentirse: exponer a los niños a tamañas tensiones. Sin embargo, los padres son, por definición, personas que tienen muchas cosas de las que arrepentirse, porque cualquier decisión que tomen afecta necesariamente la suerte y la psiquis de sus hijos. Así un médico se arrepentirá de haber faltado a un acto de fin de año, y un diplomático de haber hecho que sus hijos se cambiaran tantas veces de lugar. Sobre la fertilidad de estas discusiones, cada uno es libre de pensar lo que quiera. Personalmente, el episodio del teatro me sirvió para darme cuenta, tempranamente, que yo no quería tener ninguna relación con los micrófonos. Y nadie negará la ventaja de descubrir algo más temprano que más tarde.

Por eso luego de que, accedí voluntariamente a estar aquí hoy día, me tuve que poner a pensar en los motivos que me habían llevado a obrar de modo tan poco conforme a la razón. Pues, frente a cualquier ofrecimiento de esta naturaleza yo hubiese dicho “gracias, no tengo nada en contra de que se lancen libros, pero no me agrada que tantas personas me observen a la vez” (porque me da vergüenza, obviamente) en lugar de decir “claro, me encantaría, gracias por pensar en mí”, como me sorprendí respondiéndole a Enérico.

Así que me puse a pensar y llegué a dos clases distintas de motivos, unos que tienen que ver con la imposibilidad de decirle que no a ciertas personas, y otros que contradicen esta imposibilidad: si el libro que Enérico me estaba proponiendo presentar no hubiese sido de mi agrado y yo no hubiese tenido nada bueno que decir de él, tendría que haberme negado, pues presentar un libro para criticarlo no es parte de mi esquema de valores, mientras que si digo mentiras me tirita la pera,  con lo que todos se enteran de lo que estoy haciendo.

Respecto a lo primero, (la imposibilidad de decirle que no a ciertas personas), creo, me parece, que no se trata solamente de una negativa explícita del tipo: “préstame plata”, “no”, sino más bien de ciertos deberes que, por algún motivo, nos hemos impuesto y no nos parece posible pasar a llevar. En este sentido, yo no necesito que  Águeda me pida que me dirija el 4 de Septiembre a Bulnes con la Alameda, sino que, bien pensado, no hay otra cosa que se pueda hacer un 4 de septiembre, más que dirigirse a Bulnes con la Alameda. Y lo gracioso es que uno llega, saluda, y se queda ahí parado, hasta que todos se empiezan a ir y uno también se va. Obviamente existe toda una serie de artilugios para disimular este absurdo (músicos, recitadores, videos y actividades artísticas de todo tipo), pero los actos siguen consistiendo en que uno llegue, se pare, y se vaya (al bar más cercano en ciertas y muy contadas ocasiones).

Aquí me veo obligada a confesar que a mí me gusta mucho la literatura, y que por lo mismo, no puedo dejar de ver las cosas en términos más o menos literarios. Tal como alguien a quien le gusta la historia, la sociología o la política, encontrará en los actos o en los libros un valor relativo a la memoria histórica, a la organización o al fortalecimiento de los valores, yo veré ejemplos más o menos extremos de testarudez: una novela acerca de un sujeto muy razonable que, enfrentado a un problema toma la decisión correcta, y al final de su vida ve como todo tenía sentido, es algo que, evidentemente, no reviste ningún interés.

Por eso la memoria histórica, la capacidad de resilencia, o el “para que nunca más”, en tanto buscan otorgarle un sentido a algo que, en definitiva no lo tiene,  no son temas para nada literarios y, sobre ellos, yo no tengo nada que decir. El resilente es alguien que dice: háganme lo que quieran, total, si tengo amor, voy a estar bien. El resilente es lo contrario del testarudo; el resilente perdona, el testarudo no. La literatura está hecha de testarudos, sujetos que no actúan de forma razonable y cuyos motivos nos resultan opacos. La crítica y la teoría se encargan de develar estos motivos, con mayor o menor fortuna dependiendo del crítico, que mientras más testarudo sea, mejor habrá hecho su labor.

Y bueno, el mirista, es el colmo del testarudo: un individuo que, sabiendo que en cualquier momento lo matan, sigue haciendo lo que ha decidido hacer. Hasta que lo matan, o hasta que cae preso o se va o llega la democracia. Los motivos para actuar así son opacos, y cada cual, incluso él mismo, es libre de darle la interpretación que mejor estime conveniente. Enérico da la suya “Si la pregunta es por tanto: “¿cómo uno llega a la militancia revolucionaria?”, una respuesta posible es “enfermándose de influenza”; otra respuesta es “estando atento a una serie de hechos que ocurrían en el mundo”, como la decisión norteamericana de invadir Vietnam”.

Son respuestas plausibles y, por ende, convincentes. La matriz teórica y el compromiso social son, por supuesto, indiscutibles, y no me parece conveniente redundar en ellos. El libro no lo hace, como tampoco echa mano al recurso facilista de reflexionar acerca del sentido de las cosas, elaborando frases para el bronce que buscan dejar en claro “el lado humano de la revolución”. Todos los días de la vida cuenta la historia de su narrador, que es, sobre todo, la historia de sus compañeros.  Es un libro testimonial, de memorias, que, sin embargo, no busca engatusar al lector con el laberíntico mundo interior de su protagonista. Es, en este sentido, un libro objetivo. Habla de los objetos, no del sujeto que, lógicamente, los ha creado.

Así, respecto a Miguel Enríquez y el grupo con que éste entra al MIR, Enérico señala: “Creo no equivocarme al decir que un elemento fundamental está dado por la voluntad que traían de ser conductores de esta organización. De cualquier organización a la que pudieran incorporarse. Traían posiciones claras acerca de lo que querían realizar. Se trataba de crear un instrumento que permitiera hacer la revolución en Chile. Lo cual suponía cierto tipo de organización, cierto tipo de trabajo, cierto tipo de estrategia. Esa es la fuerza de ese grupo inicial. Su cohesión. Su claridad”.

O, más adelante: “Cuando el hombre llegó a la luna era de noche. Ese 20 de julio de 1969, íbamos con Miguel en el peor auto operativo del partido. Miguel se reía mucho al pensar que nosotros estábamos tratando de hacer la revolución, tratando de canjear el estado de cosas del mundo, mientras que una nave espacial norteamericana se posaba en la superficie de la luna y decía Miguel: “con qué enemigo nos estamos metiendo… ¿eh?”. Nosotros, desde un auto viejo, destartalado, queríamos ganarle a esos que estaban llegando a la luna”.

Algunas de las historias que componen el libro me eran conocidas. Como Enérico es un gran narrador y a mí me gusta mucho escucharlo, adoptamos la costumbre de contar y oír historias. Más precisamente, yo conseguí sumarme en ocasiones a una costumbre suya, tan desarrollada, que un día tomó la decisión de grabarse y escribir un libro. El resultado es admirable: leer Todos los días de la vida es como sentarse a escuchar a Enérico hablar de otros, de sus amigos, y de él entre ellos. El libro es un testimonio, quien lo narra fue testigo y protagonista de los hechos que relata, pero no es una confesión.

Mario Superby Jeldres (1950-1973).

Esta es su característica más entrañable para mí, pues tiene que ver con las dos clases de motivos que me hicieron querer estar aquí hoy día, y de las que hablaba hace un momento. Esas personas a las que yo no puedo decir que no, son –por si no ha quedado claro- en su mayoría miristas, muchos de los cuales están –como todos sabemos- muertos. El libro habla de ellos, de lo que hicieron y de lo que se supone que pensaron, pero sobre todo de lo que hicieron, que es la única manera que existe para hablar de alguien.

Confesar es pretender que el mundo entero está dentro de uno y que existe una verdad inaccesible a la que es necesario llegar. Como se sabe que esto es imposible, el lenguaje se retuerce y se vuelve extraño. Contar historias, en cambio, es ser capaz de generosidad. Hablar de otros y de uno, como si fuese igualmente difícil, aunque se pretenda que es muy fácil, decir, por ejemplo, que alguien era el mejor conductor del partido, o de la Escuadra Financiera (que es mi favorita), y relatar un asalto, un escape, o una discusión.  De ahí que aparezcan tantas personas en el libro. Algunas, como Anselmo, apenas tienen tiempo de actuar, y aun así se las recuerda; no se puede, es impensable decirles que no.

Entiendo que Todos los días de la vida constituye también una revisión política de lo que fue el mirismo, con un fuerte contenido crítico, pero doy por descontado que Enérico haya pensado, cuando me propuso estar aquí, que yo me fuese a referir a este aspecto. Para mí se trata de lo mismo: escribir acerca de lo que otros hicieron, de lo que uno hizo, no sintió o pensó o soñó. En literatura esto se llama épica: relato de acontecimientos que el texto vuelve importantes. Relato de personajes que, por lo que hacen, se vuelven importantes.

Como a Juan Lara Muñoz, o a Mario Superby Jeldres, a quienes no sólo el autor, sino también el lector  tendrá  por fuerza que recordar todos los días de la vida.

Fuente: https://enericogarciaconcha.blogspot.com/

2 Comments

  1. Quien mejor que Patricia y Renard para ilustrar una época en torno a Enérico. Fue un privilegio ese día en el Museo de la Memoria.

  2. El MIR como polo de lucha antipatronal está muerto. Este recordatorio lo muestra: a) ni una línea de «política» para recordar a un militante luchador; b) reivindicación del museo de la memoria (ergo del bloque burgués concertacionista); c) serie de anédoctas «familiares» que ajenizan a los trabajadores (la izquierda de las familias y los amigos es lo que hace mal a la conciencia de clase de los trabajadores); d) se le suma un comentario aprobatorio de Leopoldo Letelier, que acaba de firmar un comunicado con Jadue en resumen y escribe como si fuera militante del PC…

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