Chile popular: en memoria de Rodolfo Medalla, militante de las causas justas.

Rodolfo Medalla (izq.) interviene en uno de los foros de la 3ra. Escuela de Verano organizada por los Colectivos de Trabajadores (CC.TT.) y realizada en Santiago en enero de 2003.

RECUERDOS DEL COMPAÑERO RODOLFO MEDALLA Y LAS PROTESTAS DEL 2001.

por Julio Cortés Morales.

Cuando el martes 29 de octubre me avisaron que había fallecido Rodolfo Medalla, tras la sorpresa y la pena que sentí, recordé de inmediato la primera vez que lo vi. Estábamos a inicios del año 2001, y una amplia variedad de colectivos y organizaciones se preparaban para realizar protestas contra la reunión del Banco Interamericano del Desarrollo. Desde 1999, cuando masivas y combativas protestas lograron impedir la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Seattle, se sucedían una tras otras las cumbres y contra-cumbres, dando al movimiento anticapitalista global un impulso que había estado ausente durante la década anterior, en que tras el derrumbe del “socialismo real” el único faro de luz para la izquierda radical eran los zapatistas en Chiapas.

La protesta contra la reunión del BID en Chile unificó en la acción a un movimiento anticapitalista local que yo no sabía que existía en esta amplitud de formas, en las que destacaba la gran presencia de corrientes antiautoritarias, junto a los ya tradicionales grupúsculos trotskistas, maoístas y rojinegros de la variedad enriquista/guevarista.

Tras haber abandonado la militancia política formal en partidos de izquierda a inicios de los noventa, y algo desilusionado del giro organizativo y teórico que tomó el reconstituido movimiento anarquista local hacia finales de esa década, mi vida había girado en torno a la escena punk y la vida en común con una pareja, además concluir mis estudios universitarios e iniciarme en el trabajo alienado como actividad permanente.  Desde el sindicato que existía en la institución de atención a la infancia en que trabajaba, fui invitado a participar en un intento de unificación de iniciativas políticas revolucionarias, cuyo lugar de reunión era la Casa América, un lugar muy amplio y ameno a cargo del gran Carlos Cortés, un mar de sabiduría popular más conocido como el “viejo Charly”, obrero mirista de los viejos tiempos que falleció el año pasado.

Un día de esos, una compañera contó que diversas organizaciones estaban preparando las acciones de protesta contra el BID, y que en tanto el único abogado de nuestro grupo había comprometido mi presencia para una reunión en que “los cabros” querían hacer algunas consultas legales. Me apersoné en dicha reunión, que ahora no recuerdo si fue en la Casa América o en otro lugar, y quedé sorprendido de la cantidad de gente que iba en representación de sus respectivas organizaciones. Cuando vi que todos se presentaban señalando en qué grupo militaban, y que varios se autodefinían como anarquistas, me definí como “marxista libertario”. Llegado el momento de las consultas técnicas, di unas opiniones bastante leguleyas tratando de no ser tan pedante, pero básicamente indicando que en efecto podían haber detenciones, y que en esos casos la policía era tan arbitraria que lo más probable era que nos sacaran de circulación por varias horas, y lo único que se podría hacer era verificar que las acusaciones no dejaran a la gente detenida por el máximo de 5 días que era lo que se aplicaba en esos tiempos, antes de que la Reforma Procesal Penal llegara a la Región Metropolitana.

Rodolfo Medalla (extremo der., de blanco) junto a Patricio Olivera del Colectivo Andamios (UChile). Al otro extremo, Manuel Ossa, miembro fundador de los CC.TT. Foto: 2da Escuela de Verano realizada en la Sede de la Asociación Nacional de Empleadas de Casa Particular, ANECAP, Santiago, 2002.

En ese momento pidió la palabra la única persona mayor que yo (que aún no cumplía 30 años) que estaba en la reunión: Rodolfo Medalla, de los Colectivos de Trabajadores (CC.TT.). El caballero partió discrepando de mi apreciación, en términos bastante amables y ejemplares: dijo que lo más importante acá no era lo legal, sino lo que éramos capaces de hacer como acción política, y que una acción contundente podría descolocar a la policía. Que nuestra función era dar la mejor información legal posible, y ver cómo accionar desde nuestro terreno en el momento de las detenciones y lo que se viniera después.

Quedé bastante impresionado con su intervención, y acto seguido coordinamos una reunión en su oficina, invitando a la mayor cantidad de abogados/as, egresados/as y estudiantes de Derecho que estuvieran dispuestos a sumarse.  No éramos muchos en todo caso, y creo que solo yo y alguien más teníamos título de abogado. Rodolfo aún no lo tenía: trabajaba como actuario en un Juzgado del Crimen. Pero junto a más personas tenía una buena oficina en pleno centro, cuya ubicación exacta he olvidado.

En la primera reunión surgió lo que llamamos el “Piquete Jurídico”, teniendo en mente tanto a los tradicionales piquetes de huelga, como al movimiento piquetero argentino, con sus cortes de ruta, que a fines de ese año cobró gran protagonismo en las jornadas de diciembre, cuando una poderosa revuelta brutalmente reprimida hizo caer al gobierno de De la Rúa (que por cierto en ese momento era el suegro de la canta Shakira, si me disculpan el dato freak).

Rodolfo Medalla, de pie y vestido de blanco junto a Jorge Medina, también miembro fundador de los Colectivos de Trabajadores (CC.TT.) Foto: tomada en el Paraninfo de la USACh en el II Encuentro de Iniciativas de Construcción (Cuarta Escuela de Verano), enero de 2004.

Además de la organización del trabajo, se daban discusiones políticas que a veces se ponían un poco arduas debido a la variopinta procedencia de los integrantes del Piquete, como una vez que se discutió duramente con un compa maoísta que defendía el régimen de Pol Pot. Lo curioso es que Medalla también había sido maoísta en su momento, pero había derivado a posiciones menos autoritarias. Además, era un gran amante de la música folclórica, y en excelente anfitrión: ya en la primera reunión, tras haber tratado los temas más relevantes, nos preguntó si queríamos “servirnos alguito”, y ante nuestra atónita mirada, abrió unas puertas de un mueble y sacó de adentro vasos, ron y bebidas, más unos pocillos en que puso maní, pasas y almendras. Esa costumbre jamás se perdió en el resto de las reuniones que hubo ese año.

La reunión del BID fue en marzo del 2001, y la protesta tuvo tres grandes convocatorias. En todas ellas la represión fue enorme, y nuestro modesto piquete hacía lo que podía cuestionando en terreno el actuar policial y visitando las comisarías a los que se llevaban a la gente detenida. Para nuestra sorpresa, la represión era tan evidentemente desproporcionada que las noticias destacaban los eventos de una forma que no esperábamos. De hecho, recuerdo que en un medio inglés que ahora he olvidado había una cobertura de las protestas en Chile en que se podía apreciar en una foto a unos manifestantes sentados en el suelo, tratando de ser llevados por la policía, y parados entremedio salíamos Medalla y yo, vestidos de manera semiformal (o sea, camisa en vez de polera, pero nada de corbatas: en marzo aún hay mucho calor).

La agitación no cesó luego de eso: además de las masivas FUNAS organizadas en contra de viejos torturadores y represores de los tiempos de la dictadura, donde nos encontrábamos todos, en abril se produjo el “mochilazo”: una enorme movilización de estudiantes secundarios en la región Metropolitana, reclamando inicialmente por la excesiva demora en la entrega del pase escolar, y logrando poner en jaque a las autoridades de la época con sus métodos asamblearios de lucha, sin “dirigentes” sino que vocerías, y con un gran apoyo popular a sus combativas protestas. En una de esas marchas en el centro pegamos por todo el recorrido un afiche que sacó aplausos: “Carabinero, ¡golpear niños es un delito! Cuídate: el Piquete Jurídico te está observando”.

El modelo “piquete jurídico” se siguió usando después en distintos contextos como en las protestas contra la reunión de la APEC el 2004, y en los estallidos estudiantiles del 2006 y el 2011. Alguna vez durante ese hermoso año que fue el 2001 dijimos -medio en broma y medio en serio- que la idea no es ser abogados pedantes y ególatras separados del resto de la gente, como varios personajillos que ya se dejaban ver, sino que conformar una especie de “soviet” de abogados/as y estudiantes de Derecho, aportando desde la experticia jurídica a las luchas y a la revolución social. Muchos/as de los participantes del Piquete del 2001 se han dedicado posteriormente a seguir luchando desde ese frente contra la impunidad de las innumerables violaciones de derechos humanos que han ocurrido y siguen ocurriendo en el país.

Hacer nuestra pega era bien difícil y a veces frustrante. Un par de veces algunos fuimos detenidos. Pero Medalla no perdía nunca su característica simpatía y optimismo. Una vez que no nos dejaban entrar a ver detenidos en la 3ra Comisaría, mientras nos cerraban brutalmente la puerta metálica en la cara, Rodolfo la trancó con el pie un rato mientras les decía a los agentes con calma y decisión: “¡que conste que con esto están violando la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño!”

Por eso no me sorprende que una vez que se tituló de abogado, tras trabajar un tiempo como relator en la Corte, terminó siendo Juez del Tribunal de Familia de Buin. Recuerdo que una vez me dijo: “a la gente trato de explicarle que cuando el Estado interviene en la vida familiar, es como un elefante en una cristalería”.

Luego de todas esas aventuras, no lo veía muy seguido. Pero recuerdo cada encuentro.

Por ejemplo, una vez que en pleno Caso Bombas íbamos en el auto de Rodrigo Román y yo andaba con unos afiches que se habían impreso contra la Ley Hinzpeter. Desde el auto vi a Medalla caminando por Campo de Deportes, y lo saludé a gritos mostrándole un afiche. Se acercó raudamente y me dijo: “¡quiero uno!”. Creo que le pasé dos.

En otra ocasión me lo encontré para el lanzamiento de un Informe Anual del INDH que se hizo por San Ramón. A la salida nos dio sed, y caminamos con otro colega buscando algo por ahí, pero terminamos tomando micro hasta un bar restaurant en Santa Rosa, cerca de la Alameda.

Lo vi por última vez a inicios del 2023. Yo estaba preocupado por la posible deriva judicial de una ruptura familiar bastante dolorosa, y no sabía bien a quien consultar por esos temas. Le escribí un mail al juez Medalla al viejo correo personal Hotmail que tenía registrado, y por unos días no respondía.  Pero de repente vi en mi teléfono varios llamados de un número desconocido, y resultó que era él. Dado que yo estaba cuidando a mi hijo, y él a su madre, nos citamos en una Plaza cercana a nuestros domicilios, pues éramos casi vecinos.

Llegó al encuentro esa calurosa tarde con un sombrero blanco, y envases de esos que usan los deportistas y gente sana para tomar agua. ¡Pero los había rellenado con cerveza! Le comenté que una de mis aficiones favoritas seguía siendo la de beber en la calle, y me dijo que a él también le encantaba ese pasatiempo, pero que un juez de la República debía tomar este tipo de medidas para no ser visto tomando de una botella o lata. Genialidad pura. Cada vez que me tome una cerveza en la calle me acordaré de ese momento tan especial.

Por supuesto, no teníamos cómo saber que ese sería nuestro último encuentro, y este es el momento triste de mi escrito. No hay muchas personas como el compañero Medalla: con el corazón bien puesto a la izquierda, alegre e inteligente, cariñoso y leal. Sé que su hija Tania (vaya para ella un fuerte abrazo) y todos los que tuvieron el placer de conocerlo y compartir luchas e ideas con él deben estar sumidos en recuerdos similares a estos, y como por las contingencias del trabajo alienado pude asistir a su velorio pero no a su funeral, quería poner estos recuerdos por escrito y compartirlos con ustedes.  

Compañero Medalla: usted nunca será olvidado. Te voy a extrañar.

Hasta siempre, y muchas gracias por todo.

Fuente: Recibdio por CT 02-11-2024


Descubre más desde Correo de los Trabajadores

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

2 Comments

  1. Trabajo en infancia en Buin, me tocó muchas veces estar en audiencias con el Juez presidente Rodolfo Medalla, aunque todos los profesionales se quejaban por las extensas esperas en sus audiencias, siempre me hizo sentido escuchar sis sentencias, con conocimiento de infancia, como ningún otro juez. El único que respetaba el derecho a ser oído de los NNAJ, resolvía incorporando un enfoque biopsicosocial y apercibía todos los incumplimentos en salud, educación y con más enfasis cuando los programas del servicio no contaban con plazas disponibles para el ingreso de los NNAJ vulnerados. Me emocioné con su partida y esto que leo, no hace más que confirmar mi intución respecto de su trayectoria y el notable ser humano que fue. Una gran pérdida para las infancias tan menospreciadas de nuestro País.

  2. Juez Medalla me privó de mantener RDR con mi nieto. Jamás escuchó los planteamientos de mi abogada. Mi nieto fue y sigue siendo alienado por su madre custodia. Junto a PRM Buin actuó de forma arbitraria. Jamás se preguntó si mi nieto repetía un relato aprendido, como un una ocasión otro juez si lo consideró. Los «profesionales» de PRM Buin, tampoco. Nos privaron de compartir lindos momentos. La última vez que lo vi, se puso a llorar por temor a mi. Llegó a decir que yo le pegaba en la cabeza y muchas otras cosas que jamás ocurrieron.
    Hace un año y medio que no veo a mi nieto y ese tiempo nadie me lo devolverá.
    A mi hijo le privó de saber de mi nieto. Gracias a Juez Medalla no sabemos nada de el.
    De todas maneras les doy mis condolencias a su familia y amigos.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.