América Latina: entre el águila y el dragón: EE.UU. y China.

DIFERENTES ESTILOS, LOS MISMOS FINES.

Resistencias populares que desafían el modelo impuesto. El dilema de fondo; ¿Soberanía o subordinación?

Mientras China y Estados Unidos intensifican su disputa por recursos y mercados en América Latina, la región se enfrenta a una decisión crucial: ¿seguir atrapada en un modelo de dependencia extractivista o buscar un camino propio, basado en la soberanía, la justicia social y el respeto al medio ambiente? En este artículo, nuestro colaborador Máximo Relti explora, de manera clara y didáctica, los intereses en juego, el papel de las élites locales y las resistencias populares que ya están proponiendo alternativas.

En la historia del continente americano, las grandes potencias nunca han dejado de mirar hacia el Sur. Ya fuera por sus tierras fértiles, sus minerales, su petróleo o su posición estratégica, América Latina ha sido un territorio codiciado. Hoy, esa vieja historia de intereses cruzados vuelve a cobrar fuerza, pero con nuevos protagonistas y una dinámica diferente.

Si durante casi todo el siglo XX el dominio sobre la región fue casi exclusivo de Estados Unidos, ahora China ha entrado con fuerza en el tablero. Y lo que está en juego no es poco: minerales raros, litio, petróleo, soja, mercados de consumo, rutas comerciales y, sobre todo, influencia.

  «Estados Unidos y China no compiten por amistad: lo hacen por intereses«

No se trata simplemente de una “guerra comercial”. Lo que está ocurriendo es una competencia feroz entre dos gigantes económicos capitalistas por controlar los recursos y el futuro de una región que, en muchos sentidos, sigue atrapada en una posición subordinada en el sistema mundial. Esa posición es la que hace que muchas veces los países latinoamericanos no sean protagonistas, sino el escenario de una disputa entre otros.

II. ¿POR QUÉ LES INTERESA TANTO AMÉRICA LATINA?

Para entender por qué China y Estados Unidos se están peleando por América Latina, hay que mirar dos cosas: qué tiene la región y qué buscan estas potencias.

América Latina posee algunas de las mayores reservas de litio del mundo (Argentina, Bolivia, Chile), enormes recursos de cobre (Chile, Perú), grandes extensiones cultivables (Brasil, Argentina) y petróleo (Venezuela, México, Brasil).

Además, es un mercado de más de 600 millones de personas, muchas de las cuales están empezando a consumir más tecnología, más energía y más productos industriales. Todo esto resulta muy atractivo para cualquier potencia que quiera seguir creciendo.

Estados Unidos siempre ha considerado a América Latina su “patio trasero”. Esa despectiva expresión refleja una política que se remonta a la Doctrina Monroe de 1823, cuando Washington proclamó que América debía ser para los americanos (pero entendiendo “americanos” como ellos mismos).

Durante más de un siglo, Estados Unidos ha intervenido política, económica y militarmente para proteger sus intereses en la región. Bases militares, tratados comerciales, apoyo a gobiernos aliados y hasta golpes de Estado han formado parte de esa estrategia.

   «Extraemos litio, soya y cobre… pero otros hacen las baterías y la tecnología»

China, en cambio, se ha convertido en un actor central más recientemente. Su llegada se ha dado sobre todo a través del comercio, las inversiones y los préstamos. China compra materias primas a América Latina, construye carreteras, puertos y ferrocarriles, ofrece créditos a bajo interés y se presenta como un socio “sin condiciones políticas”, algo que muchos gobiernos latinoamericanos ven con buenos ojos.

Pero aquí viene la pregunta clave: ¿esa presencia china es realmente diferente o es simplemente otra forma de dominación?

III. ¿ALTERNATIVA O NUEVA DEPENDENCIA?

Durante años, algunos pensaron que la entrada de China iba a romper la dependencia que América Latina tenía con Estados Unidos. Al fin y al cabo, tener más opciones parecía una buena noticia. Pero lo que ha pasado, en la mayoría de los casos, es que se ha cambiado de socio sin cambiar de lógica.

La economía latinoamericana sigue dependiendo de la exportación de materias primas sin valor añadido. Ya no se exporta café a Nueva York, sino soja a Shanghái. Ya no es oro para Londres, sino litio para Shenzhen. Cambian los destinos, pero no cambia el patrón. Y eso significa que sigue produciendo para otros, en función de lo que necesitan las grandes potencias, y no necesariamente de lo que necesitan nuestras sociedades.

IV. EL EXTRACTIVISMO: NUESTRO PAPEL EN EL MUNDO GLOBALIZADO

Para Estados Unidos y China, América Latina no es simplemente un socio comercial. Es, ante todo, un proveedor estratégico de recursos. El modelo que ambas potencias promueven y del que también se benefician muchas élites locales, se conoce como extractivismo. ¿Qué significa esto? Básicamente, una economía orientada a sacar recursos naturales de la tierra para exportarlos sin transformarlos, sin industrializarlos, sin generar cadenas de valor en el país de origen.

El fenómeno no es nuevo. Desde los tiempos de la colonia, América Latina ha sido una región especializada en exportar materias primas: oro, plata, azúcar, café, petróleo, caucho, cobre… Ahora, simplemente se han cambiado algunos productos (como el litio, por ejemplo) y algunos compradores. Pero la lógica sigue siendo la misma: países que venden barato lo que sacan de su tierra y compran caro lo que no pueden fabricar.

Tanto China como Estados Unidos han invertido miles de millones de dólares en proyectos mineros, petroleros o agroindustriales. En muchos casos, lo han hecho con apoyo de los gobiernos locales y con el respaldo de burguesías nacionales que se enriquecen facilitando estos negocios.

En lugar de promover una industria propia que transforme esos recursos, muchas veces se ha optado por la vía rápida: exportarlos en bruto y cobrar las rentas. Así, se sacrifica la posibilidad de construir economías más autónomas, diversificadas y sostenibles.

V. EL PRECIO OCULTO: MEDIOAMBIENTE Y TRABAJO

Este modelo extractivista tiene consecuencias muy visibles para las comunidades donde se instalan esos proyectos. Minas a cielo abierto, talas de bosques, contaminación de ríos, expulsión de pueblos indígenas, destrucción de ecosistemas. Todo esto forma parte del “precio oculto” que no figura en los contratos de inversión, pero que lo pagan los territorios afectados.

Tanto las empresas estadounidenses como las chinas han estado envueltas en conflictos con comunidades locales. Hay ejemplos de sobra: desde la mina Conga en Perú (operada por una empresa estadounidense y paralizada por las protestas sociales) hasta Las Bambas, también en Perú, controlada por una empresa china, donde se han producido bloqueos, enfrentamientos con la policía y múltiples denuncias por incumplimientos ambientales y sociales.

Pero no se trata solo del medioambiente. También están en juego los derechos laborales. En muchos de estos megaproyectos, las condiciones de trabajo son precarias, hay accidentes, no se respetan los convenios colectivos o se impide la organización sindical.

Algunas empresas traen trabajadores chinos en lugar de contratar personal local, lo que genera tensiones. Otras se aprovechan de la debilidad de los sindicatos o de la legislación laboral para pagar salarios bajos y exigir jornadas extenuantes.

VI. ¿Y LOS GOBIERNOS LATINOAMERICANOS?

Uno podría pensar que los gobiernos deberían estar para defender los intereses de sus pueblos. Pero la realidad es más compleja. Muchos gobiernos latinoamericanos, tanto de derecha como de centroizquierda, han promovido activamente la inversión extranjera en sectores extractivos.

¿Por qué? Porque necesitan ingresos rápidos. Porque quieren atraer capitales para mantener la estabilidad macroeconómica. Porque en la mayoría de las ocasiones sus clases dominantes están directamente asociadas a esos negocios.

Esto no quiere decir que todos los gobiernos actúen igual ni que no haya diferencias de enfoque. Pero en términos generales, las decisiones estratégicas tienden a reproducir un patrón de subordinación: se prioriza atraer inversiones externas antes que construir un modelo económico propio. En muchos casos, cuando una comunidad se opone a un proyecto extractivo, el Estado no media como árbitro, sino que se coloca del lado de la empresa y reprime la protesta.

VII. CUANDO EL PROBLEMA NO ES QUIEN INVIERTE, SINO CÓMO

Muchas veces se plantea la siguiente disyuntiva: ¿es mejor hacer negocios con Estados Unidos o con China? Pero desde una perspectiva crítica, la pregunta está mal formulada. El punto no es tanto con quién se comercia o se negocia, sino qué tipo de relación se construye y bajo qué condiciones.

Ni China ni Estados Unidos invierten en América Latina por filantropía. Lo hacen para asegurarse recursos, mercados y ventajas estratégicas. Cada uno con su estilo: Washington recurre más al chantaje institucional y al control financiero a través de organismos como el FMI o el Banco Mundial. Beijing, en cambio, pone énfasis en grandes infraestructuras, préstamos bilaterales y alianzas con empresas estatales o gobiernos receptivos.

Ambos buscan sacar provecho de la región. La diferencia está en el tipo de trato que ofrecen y en la narrativa que utilizan. Mientras EEUU apela a valores como la “democracia”, la “libertad de mercado” o la “alianza histórica”, China se presenta como un socio del “Sur Global”, que no impone condiciones políticas y que en esta fase inicial y emergente  respeta la soberanía. Pero más allá de los discursos, los hechos muestran que ambas potencias refuerzan, cada una a su manera, un patrón de dependencia y extractivismo.

VIII. LOS PUEBLOS NO SON MERCANCÍA

Frente a esta realidad, las resistencias sociales en América Latina han sido y siguen siendo un factor clave. Comunidades indígenas, sindicatos, movimientos ambientalistas, asambleas ciudadanas… En muchos casos, han logrado frenar o condicionar proyectos impuestos desde arriba, ya sea por multinacionales estadounidenses o por corporaciones chinas.

Estas luchas no siempre son visibles en los grandes medios. A menudo se las presenta como obstáculos al “progreso” o se las criminaliza. Pero son expresiones legítimas de defensa del territorio, del agua, de los derechos laborales y de la vida misma. No se trata de negar toda inversión extranjera. Se trata de que esa inversión se haga en función del interés colectivo, no del beneficio privado de unas cuantas empresas y sus socios locales.

Además, muchas de estas resistencias han generado formas de organización alternativas: economías comunitarias, sistemas de gestión del agua o de los bosques, propuestas de transición energética justa, educación popular, control ciudadano sobre lo público. Son experiencias pequeñas en muchos casos, pero significativas. Porque muestran que otra forma de desarrollo es posible.

IX. ¿QUÉ SALIDA HAY?

Salir de la dependencia estructural es un proceso complejo que exige transformaciones profundas en la economía, en el Estado y en la correlación de fuerzas sociales. No basta con cambiar de socio comercial. Tampoco sirve seguir apostando ciegamente al extractivismo esperando que “algún día” eso financie un desarrollo industrial que nunca llega.

Las alternativas pasan por fortalecer la capacidad productiva propia, invertir en ciencia y tecnología, apoyar la economía popular y comunitaria, recuperar el control sobre los recursos estratégicos, y sobre todo, luchar  democratizar las decisiones económicas. La integración regional también es una pieza clave: si cada país negocia por separado con China o con EEUU, lo hace en condiciones de debilidad. Si lo hace junto a otros países de la región, tiene más fuerza para imponer reglas más justas.

X. ¿QUÉ PAPEL PUEDEN JUGAR LAS NUEVAS GENERACIONES?

Los jóvenes de hoy tienen por delante una tarea difícil pero fundamental. No se trata solo de estar informados sobre los movimientos de las grandes potencias o sobre las injusticias del mundo. Se trata de entender las raíces de esos problemas y decidir qué papel se quiere jugar en todo esto: si simplemente adaptarse a un mundo injusto o tratar de transformarlo.

Conocer la historia de América Latina —sus ciclos de saqueo, sus luchas de independencia, sus intentos de integración, sus derrotas y resistencias— es clave para no caer en el error de creer que el presente es el único camino posible. También lo es entender cómo funciona la economía global, quién gana con cada tratado, con cada acuerdo comercial, con cada megaproyecto, con cada mina abierta y cada deuda firmada.

 XI. UNA CONCLUSIÓN QUE ABRE PREGUNTAS

La disputa entre Estados Unidos y China por América Latina no es un juego de ajedrez en el que los países de la región son simples peones. Pero tampoco son reinas o alfiles con libertad de movimiento si no se transforman las reglas del juego. De momento, el tablero sigue dominado por intereses externos, y las piezas más poderosas siguen siendo los capitales transnacionales y las élites locales que les abren las puertas.

La verdadera disputa, por tanto, no es solo entre dos imperios que se pelean por nuestros recursos. Es una disputa entre dos modelos de sociedad: uno que perpetúa la dependencia y el saqueo —venga de donde venga—, y otro que apuesta por una región soberana, justa, diversa y capaz de definir su propio destino.

FUENTES CONSULTADAS

  1.   «La Disputa Imperialista EEUU-China por América Latina» Un análisis marxista del conflicto interimperialista en la región. 
  2. Lenin, V. I.El imperialismo, fase superior del capitalismo. Edición clásica de referencia sobre la lógica del capital en su etapa monopolista.
  3. Rosa LuxemburgoLa acumulación del capital. Estudio sobre la necesidad expansiva del capitalismo hacia zonas no capitalistas.
  4. André Gunder FrankEl desarrollo del subdesarrollo. Teoría de la dependencia aplicada a América Latina.
  5. Ruy Mauro MariniDialéctica de la dependencia. Desarrollo del concepto de superexplotación del trabajo en economías periféricas.
  6. Fernando Henrique Cardoso y Enzo FalettoDependencia y desarrollo en América Latina. Análisis sobre el desarrollo condicionado por el capital externo.
  7. Samir AminEl desarrollo desigual. Visión del sistema-mundo capitalista y la extracción de excedente desde la periferia.
  8. CEPAL – Informes sobre inversión extranjera directa en América Latina (últimos años).
  9. Claudio Katz – Artículos sobre geopolítica y disputa entre EE.UU. y China en América Latina.

Fuente: https://canarias-semanal.org/art/36992/america-latina-entre-el-aguila-y-el-dragon-eeuu-y-china-diferentes-estilos-los-mismos-fines


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