
El presente se organiza desde Gaza.
por Diego Sztulwark*/lobo suelto.com.
El presente no impone un modo único de ser. Se es contemporáneo de muchas maneras. La semana pasada, mientras el presidente argentino visitaba al actual primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, mundialmente considerado criminal de guerra, el filósofo Peter Pal Pelbart difundía desde San Pablo una carta dirigida a judías y a judíos de Brasil en donde se lee lo siguiente: «Las manifestaciones contra la política del gobierno israelí fuera de Israel son calificadas inmediatamente por la prensa israelí de antisemitas, e incluso se utilizan para reforzar la creencia encubierta de que «todo el mundo está contra nosotros». Pero cuando son llevadas a cabo por judíos, esta acusación no puede sostenerse: sus protagonistas serán a lo sumo tachados de traidores. Quizá sea éste el único elemento de presión que nos queda. Y si esta ola se extiende, ¡la coartada de que Israel actúa en nombre y defensa de todos los judíos se vendrá abajo! No, lo que está en juego no es la supervivencia del pueblo judío -que la política israelí pone en peligro frontalmente, inflamando el antisemitismo en todo el mundo-, sino la supervivencia del gobierno más truculento, fascista y corrupto de la historia de ese país. Y, obviamente, la supervivencia del pueblo palestino».
En su carta, Pal Pelbart afirma que “El Estado de Israel no ha recibido ningún mandato de la diáspora judía para exterminar en su nombre a la sociedad palestina y expulsarla de su tierra, y mucho menos diezmarla. Los delirios de Trump sobre la Riviera de Oriente Próximo, así como los de los ministros del gobierno israelí que abogan por una Nakba definitiva, tendrán que ser juzgados todavía por la historia, junto con sus autores”.Estos párrafos invocan el “apellido judío” como instancia de enunciación capaz de desarmar la perversa coartada con la cual el gobierno de Israel y quienes lo apoyan, pretenden acusar de antisemitas a quienes los cuestionan con toda razón por la realización, a través de un genocidio, de una limpieza étnica en la Franja de Gaza. El apellido puede funcionar, propone Peter, como impugnación efectiva ante el inexistente derecho de Israel para hablar en nombre los judíos de la diáspora.
La carta pretende avivar la conciencia de otros tantos judíos que en Brasil (y en cualquier otro lugar) podrían enarbolar su procedencia genealógica –aquello que los unes real o imaginariamente con un pueblo antiguo, y una de las principales víctimas del nazismo– como arma eficaz para neutralizar la legitimación de un crimen histórico.Peter escribió la carta en su nombre y en el de N-1, casa editorial que ha publicado Pensar después de Gaza (libro de Franco Bifo Berardi que Tinta Limón está a punto de publicar en Argentina), texto con el cual ha realizado hecho lecturas públicas. Es también coautor –con Bentzi Laor– de un libro llamado O judeu pós-judeu: Judaicidade e etnocracia (de pronta publicación en Argentina, también a cargo de Tinta Limón). Los autores cuestionan el modo etnocrático de vivir la tradición judía como fuente de un supremacismo sobre el cual actúa el gobierno de Israel: la contracara de la identidad de la víctima eminente, eterna, es el victimario incuestionable. Alguna vez escuché a Peter contar que el apellido que usa no es el de su padre, un judío húngaro que fue rescatado de un Lager, sino quien lo salvó de la muerte segura. La carta forma parte de un modo de activismo que, según ella misma dice, no puede no saber a poco. Ella no puede por sí sola detener el horror.
La historia ante Gaza
Pocos días antes de la llegada de Milei a Israel, el historiador Enzo Traverso aseguró –en una entrevista con el programa Memento, que saldrá publicada en unos días– que en EEUU son más bien los evangelistas de derecha quienes sustentan el apoyo del gobierno gringo a la política de Israel, mientras que una gran parte de judíos –los muchos judíos no sionistas– se oponen activamente al genocidio palestino, tomando parte activa en las masivas protestas (entre ellos reconoce a colegas y estudiantes de la universidad en la que enseña). Traverso ha publicado Gaza ante la historia, que asume una posición anticolonial como perspectiva para participar de las polémicas sucedidas luego de la intervención militar de Hamas sobre Israel el 7 de octubre de 2023. Como otros tantos estudios sobre las prácticas genocidas, considera que el componente colonial es clave para entender sus diferencias con el genocidio Nazi y el palestino.

El historiador considera que las voces que afirman el derecho de Israel a defenderse de la agresión recibida, han aplastado la cuestión central del derecho del pueblo palestino a resistir la ocupación y el genocidio. Los ideologemas dominantes operan igualando términos como antisionismo y antisemitismo, o anticolonialismo y fundamentalismo teológico. Traverso considera indispensable comprender que Hamas es una expresión política “popular” en Gaza (y no sólo allí), y que la organización islamista “ha condenado el Holocausto y el antisemitismo, declarando que su lucha no es contra los judíos, sino contra el Estado sionista”, y que en sus “nuevos estatutos de 2017 abandonó el plan de destruir Israel y adoptó la idea de un Estado palestino dentro de las fronteras de 1967”. Sin embargo, no simpatiza en lo más mínimo con el grupo que estuvo emparentado con los Hermanos Musulmanes, y piensa que “en una sociedad libre, Hamas sería, sin dudas, el principal enemigo de la izquierda”. Pero su rechazo ideológico, así como su repudio de la acción de octubre del 2023 (por lo que tuvo de violencia premeditada contra civiles), no se confunde con las condenas deshitorizadas del relato dominante contra el cual se pronuncia. Para Traverso es importante recordar que la acción armada contra civiles tiene su filiación en acciones practicadas por el FLN de Argelia, la OLP del pasado o el Irgum previo al Estado de Israel. La acción del 7 de octubre debe ser comprendida –cree Traverso– dentro del marco histórico específico de colonización israelí.
El autor cuestiona también el uso de propaganda política unilateral desarrollada por el gobierno de Israel respecto de las denuncias de violaciones de mujeres israelíes durante el ataque de octubre. No sólo por considerarlas indebidamente documentadas –lo que es frecuente en contextos tierra arrasada–, sino porque afirma que tales denuncias se fundan sobre una distinción entre “combatiente” y “terrorista” que dista de ser clara. De hecho –dice– “ambas figuras se solapan”, ocultando que la “violación” como arma criminal durante las guerras fue empleada por ejércitos en Afganistán, Iraq, Nigeria y Ucrania. Y lo fue también en mayo de 1945: “la entrada del Ejército Rojo en Berlín fue una pesadilla para decenas de miles de mujeres alemanas”. Traverso sostiene que “tanto los combatientes de Hamas como los soldados israelíes han cometido violaciones”, y que hay que orientar la repugnancia que causan estos crímenes hacia la constitución de un grito paz, y no de la legitimación del horror. Sólo que una orientación semejante supondría entender que “que el terrorismo de Hamas es el reverso del terrorismo de Estado israelí”, y no su justificación. En las reflexiones que hizo Traverso en Memento, se alcanza una importante conclusión: que no será posible defender las ideas de igualdad y libertad en ninguna otra situación, sino se es capaz de hacerlo hoy mismo frente al genocidio en Gaza. La ofensiva de las ultraderechas -o fascismos del siglo XXI, como él les llama- avanza enloqueciendo las palabras y afirmando su victoria en el terreno conceptual, vaciando sentidos y aniquilando significaciones históricas: claudicar en la lucha por las palabras equivaldría a asumir una indecorosa derrota histórica.
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