Homonacionalismo: pinkwashing y xenofobia gay friendly.

Por Julio Cortés Morales/ Radio Villa Francia.

En el mes de mayo en Francia Marine Le Pen pasó a segunda vuelta en las elecciones presidenciales alcanzando el 41% de los votos. La “izquierda antifascista” llamó una vez más a votar por el neoliberal Macron como “mal menor”, en defensa de la democracia y la República, etc. Recientemente se realizaron las elecciones parlamentarias, y su partido, Reagrupación Nacional (ex Front National) pasó de tener 8 representantes a 89 [1].

Como señalamos en la columna sobre la extrema derecha francesa [2], con énfasis en la Nouvelle Droite y las interesantes mutaciones del Frente Nacional, la base de apoyo a esta nueva extrema derecha es el voto popular, especialmente en los viejos bastiones obreros del PC francés. La estrategia “metapolítica” a largo plazo de estos sectores ha logrado no sólo mantenerlos a la cabeza de las luchas por viejos “universalismos” como el pueblo y la nación, mientras la izquierda sigue fragmentado todas las identidades llevándolas a luchas especializadas y/o parcelarias, sino que además les ha posibilitado algo que hace unas décadas parecía imposible: conquistar el “voto gay”. Muy hábilmente la nueva derecha ha elaborado fuertes argumentos para que las “diversidades sexuales” voten por sus partidos, destacando entre ellos el exitoso y sencillo mensaje que proclama: dado que los musulmanes son homofóbicos, sólo nosotros cerrando las fronteras garantizamos la protección a la ciudadanía LGBTIQ+, a la que estamos dispuestos a defender en la medida que se mantenga europea y blanca.

A continuación, ofrecemos un capítulo dedicado a este tema, tomado de un trabajo más amplio en elaboración, sobre los viejos y nuevos fascismos. El tema es fascinante y complejo: ayer se pudo ver que el gobierno a través de Carabineros está apostando a limpiar la imagen del aparato represivo del Estado mediante la publicitaria incorporación de personas LGBTIQ+ a sus filas, e incluso decorando vehículos policiales con el arcoíris de la diversidad sexual. El capitalismo puede pintarse de verde, de rojo, y también de rosado. ¿Algunxs lo van a aplaudir?

Homonacionalismo: pinkwashing y xenofobia gay friendly

Un ámbito de acción en que la nueva extrema derecha global ha mostrado toda su novedad, es en la estrategia desarrollada para presentarse como un espacio favorable a la defensa de los derechos de las mujeres y de las minorías sexuales, frente a la amenaza de una migración homofóbica, proyectando así a niveles masivos el imaginario paranoico del “gran reemplazo” de la población blanca, y aprovechando de paso de limpiar su imagen arcaica, conquistando una gran cantidad de adherentes y votos desde el mundo gay y lésbico.

Esta estrategia se relaciona con un complejo fenómeno que se ha denominado como “homonacionalismo”. Jasbir K. Puar acuñó ese término en su libro “Ensamblajes terroristas. El homonacionalismo en tiempos queer” (2007) para describir la maniobra destinada a presentar a Estados Unidos como garante universal de los derechos de mujeres, gays y lesbianas, logrando en nombre del patriotismo el apoyo activo de una base social LGTB a su participación en guerras y sus políticas de inmigración[3]. O como explica un activista gay español, se “esgrime la excepcional tolerancia estadounidense como fantasía necesaria que justifica el intervencionismo y el enfrentamiento contra las sociedades islámicas, siempre con la idea subyacente del “gran reemplazo” que se está produciendo actualmente en Occidente”[4].

A partir de ahí el concepto se ha extendido para referir distintos acercamientos entre las “minorías sexuales” y la ultraderecha.

Estos desplazamientos desde la tradicional homofobia de la derecha más conservadora, de la que hasta hace muy poco existían también versiones de izquierda[5], hacia la promoción de productos y ambientes “gay friendly” ha sido calificada como “pinkwashing” (por lavado y rosa). En definición de Stefanoni, el término se ocupa “para significar que la homosexualidad (que en su momento fue una causa estrictamente progresista) comienza a ser utilizada para ‘lavar la cara’ de personas y organizaciones que no tienen ningún interés específico y sincero en ella, pero a quienes sirve para posicionarse en el rentable mercado simbólico de lo ‘políticamente correcto’”[6].

El ejemplo más evidente de este lavado de imagen es el del Estado de Israel, que promueve a Tel-Aviv como la “capital mundial del turismo gay” como parte de una estrategia para ocultar la ocupación y sistemáticas violaciones de derechos humanos en Palestina. Por supuesto, el sólo hecho de decir esto te puede hacer merecedor de acusaciones de antisemitismo, al punto que -como indica Nacho Esteban- tanto el concepto de pinkwashing como el derivado pinkwatching (que se refiere a estar vigilante y monitorear estas operaciones de “lavado de imagen” progay) han sido denunciados como antisemitas. Algo similar le pasa al concepto de homonacionalismo, pues no han faltado quienes señalan que al destacar su existencia se ha reforzado la homofobia por parte de quienes critican la asociación del mundo gay a la extrema derecha y la xenofobia.

Por otra parte, si de entrada la variable orientación sexual no dice mucho acerca de las distintas adscripciones de clase de quienes son englobados en las distintas categorías, se ha criticado también que la etiqueta LGBT oculta o aplana las diversas formas de diversidad sexual, y los distintos niveles de normalización u hostilidad social que enfrentan. Así, tal como “no es lo mismo ser gay que lesbiana o transexual”[7], tampoco es lo mismo ser hetero o “disidente sexual” en Senegal o Nueva York, en la marginalidad social o en los sectores ABC1. Además, hay que destacar que la propia sigla ha ido mutando para incorporar cada vez más identidades, y si hasta acá he dejado “LGTB” (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) tal como aparece en los textos que he referido, posteriormente alguien me indicó que ahora se usa la sigla “LGTBIQ+” (agregando Intersexuales y Queer), pero entiendo que en la última versión la sigla ha pasado a ser “LGBTTTQA+”: Lesbianas, Gays, Transexuales, Travestis, Transgénero, Queer, Asexuales y más.

Complejas dinámicas de clase y de identidad sexual han ido generando un acercamiento de parte del mundo gay o de la “diversidad sexual” a la extrema derecha, apreciándose una notoria adhesión al etnonacionalismo y a la xenofobia, propulsada por el temor a la islamización de las sociedades europeas y “blancas” y la posibilidad de que el “gran reemplazo” de la población original por pueblos no blancos vaya acompañado de oleadas de homofobia que hagan retroceder los niveles de tolerancia e inclusión alcanzados tras tanto tiempo. En la misma tendencia han incurrido algunos sectores del feminismo asimilacionista.

Obviamente la existencia de gays fachos o fachos cola -como se autodenominó un tal Ricky, fan de Kast y activista por el Rechazo a la Nueva Constitución[8]– no es contradictoria en sí misma, y siempre los hubo, al menos desde los tiempos de las Sturmabteilung (secciones de asalto del partido nazi, conocidas por la sigla SA) en Alemania con homosexuales “ultra viriles” como el mismo Ernst Röhm, asesinado en la purga interna nacional-socialista conocida la “Noche de los cuchillos largos”, también denominada “Operación Colibrí”.

La homosexualidad de Röhm fue conocida en su tiempo, dado que Helmut Klotz, un ex camarada que se pasó a la socialdemocracia recibió una paliza de parte de las SA en el Parlamento, y luego de eso se preocupó de publicar cientos de miles de copias de las cartas íntimas de Röhm, donde mencionaba su condición de homosexual y lo difícil que le resultaba por ello ser un líder nazi. Este hecho popularizó la idea de que en las SA abundaban los nazis homosexuales, al punto que el ya referido nacional-bolchevique Niekisch dijo que estaban compuestas por “personajes podridos o frágiles interiormente” o que constituían un “lugar donde se daba rienda suelta a todas las derivas” humanas y cuyos barracones eran “antros de vicio” llenos de “vagos, bebedores, perdedores, homosexuales, rufianes y asesinos” [9]. Las Secciones de Asalto, que representaban el sector más proletario y lumpen del nazismo, llegando a contar con 400.000 efectivos, eran criticadas transversalmente por su “perversión”, en una campaña en que el antifascismo no tuve problema alguno en devenir abiertamente homofóbico. Una investigación reciente del historiador Daniel Siemens trata de dilucidar qué tan efectiva era esta percepción, cuestionando cierta simplificación y sensacionalismo en el tratamiento del tema[10].

A diferencia de otros historiadores como Andrew Wackerfuss, que sostienen que  en los bares y hostales que las SA ofrecían a sus integrantes, mayoritariamente desempleados, “se habría pasado de las actividades homosociales a las homosexuales”[11], Siemens cree que la “vinculación homosexual” ha sido exagerada, y que la purga en su contra coincidía con el inicio de la represión legal a la homosexualidad, pero obedecía más bien al hecho de que este sector del nacional-socialismo insistía en llevar a cabo el componente anti-elite de su programa (el elemento socialista y “revolucionario” del fascismo), que había quedado fuera de los planes de Hitler una vez conquistado el poder en acuerdo con la burguesía.  Por eso es que la purga efectuada del 30 de junio al 2 de julio de 1934 también ha sido y puede ser entendida como parte de un ataque a “la izquierda” dentro del partido[12].

Los nazis en el poder se sumaron a la homofobia anti SA para justificar estos crímenes: un centenar de militantes fueron asesinados, y Röhm fue encarcelado. El 1 de julio de 1934 fue abatido por un disparo dentro de su celda. De la propaganda nazi surgió la versión oficial de que al momento de ser detenido Ernst Röhm estaba en un dormitorio de las Tropas de Asalto junto a sus amantes[13]. Como resalta Siemens, “es relevante que la homosexualidad de las SA se reprochara en el discurso político de la época, por los comunistas primero y por los nazis en el verano de 1934”.

Dejando de lado esta incursión en la historia del nacional-socialismo, un fenómeno más reciente es la inclinación de parte del mundo de la diversidad sexual hacia el voto de extrema derecha en muchos países de Europa, partiendo por el propio Front National francés, que como parte de la renovación de su imagen y a pesar de haberse opuesto a legalizar el matrimonio igualitario, se ha presentado como un partido gay friendly, con destacados militantes y dirigentes homosexuales y lesbianas, dispuestos a defender los avances de la civilización en contra de la amenaza de una inmigración homofóbica. Lo mismo han hecho otros partidos de la extrema derecha europea que han avanzado considerablemente en el plano electoral: Alice Weidel, líder del partido derechista y antimigración Alternativa para Alemania, está casada con una mujer proveniente de Sri Lanka; Jorg Heider, líder la ultraderecha austríaca, murió el 2008 en un accidente de auto mientras se retiraba de un bar gay.

Dentro de Alternativa para Alemania existe la organización Alternativa Homosexual, cuyo líder Alexander Tassis ha hecho aclaraciones tan pertinentes como: “Nosotros no nos identificamos con el movimiento LGBT izquierdista, tenemos un punto de vista político de las cosas nacional-conservador, siendo homosexuales”[14].  Acogiendo la teoría del “gran reemplazo”, Jana Schneider -lesbiana y dirigente de Jóvenes Alternativos (rama juvenil del partido)- dice que “los homosexuales de toda Europa tienen que darse cuenta de que el islam político es un peligro para ellos y sus derechos”[15]. La Unión Democrática de Centro en Suiza, destacada formación xenófoba, creó también una sección gay, y los ultraderechistas de Demócratas Suecos han organizado marchas del orgullo gay que desfilan por los barrios de inmigrantes, mientras acusan de homófoba a la izquierda antifascista que se contramanifiesta.

Stefanoni sugiere que uno de los factores que podrían explicar esta evolución es que mientras los hombres heterosexuales blancos añoran el pasado, los homosexuales blancos -por lo menos en Europa- parecen sentirse atrapados entre un pasado opresivo y un futuro aún peor, y por eso optan por defender el presente, aunque para ello tengan que “pactar con el diablo”.

Pero, ¿cuál es la sorpresa, toda vez que en nuestro tiempo existe un amplio abanico de opciones políticas a disposición de todo el público y sus diferentes identidades de género y orientaciones sexuales? Incluso más: ¿por qué el hecho de que muchas personas que no son heterosexuales voten por partidos de derecha resulta tanto más chocante que el hecho de que las marchas del orgullo hayan sido cooptadas hace tiempo por el capitalismo neoliberal que financia y auspicia gran parte del evento en muchas ciudades del planeta, tal como Israel y otros Estados e instituciones opresivas se han reinventado como gay friendly?

Creo que este fenómeno se entiende mejor si acudimos a la idea de la verdadera inversión epocal que se produjo en el lapso de medio siglo desde el año 68 hasta ahora, con todas las posibilidades emancipatorias que se expresaban, y que desde inicios de los ochenta se revirtieron dando paso al actual “realismo capitalista”, donde ya no existen alternativas imaginables fuera del sistema y en que, como dice el lugar común, es más fácil imaginar el fin del mundo que el final del capitalismo. La cooptación y neutralización del potencial subversivo de estas luchas de hace medio siglo, que partían desde la vida cotidiana y apostaban a transformar radicalmente la sociedad entera, se expresaría, entonces, no sólo en los intentos de revivificación de nuevas síntesis o amalgamas neo y postfascistas.

Esta tendencia de largo plazo, explicable en términos de una larga contrarrevolución, se expresaría también en la cooptación y asimilación de dos de los movimientos que en los setenta eran considerados más subversivos, pues amenazaban con liquidar los fundamentos del orden tradicional: el movimiento por la liberación femenina (MLF) y el movimiento por la liberación homosexual (MLH). Todas esas sensibilidades confluían en un movimiento emancipatorio que retrospectivamente Mark Fisher ha bautizado como “comunismo ácido”: “la convergencia de la conciencia de clase con la autoconciencia feminista y la conciencia psicodélica, la fusión de nuevos movimientos sociales con un proyecto comunista, una estetización sin precedentes de la vida cotidiana”[16].

El fantasma de “un mundo que puede ser libre” (Marcuse) que recorrió el mundo desde fines de los sesenta, fue derrotado en los setenta en gran medida porque la izquierda repudiaba a la contracultura y las fuerzas que desataba: la acción contrarrevolucionaria del Partido Comunista Francés durante mayo/junio del 68 es la muestra más clara de esta incomprensión[17]. En palabras de un militante del PCF: “El Partido hizo cuanto pudo, y la experiencia demostró que su fuerza de organización y de encuadramiento político e ideológico no eran entonces una vana palabra, para romper el movimiento popular y canalizarlo hacia simples negociaciones económicas”. Gracias a eso “toda la burguesía y la pequeña burguesía y el campesinado conservadores o reaccionarios que había en Francia se recuperaron, ¡y Dios sabe por cuánto tiempo! (…) la suerte estaba echada y la muy larga y violenta lucha estudiantil y la huelga obrera que se siguió durante meses no hicieron más que sufrir poco a poco su propia derrota en una larga y dolorosa retirada. La burguesía se tomaba su cruel venganza” ¿Deja vu 2019?

Pero el realismo capitalista y el neoliberalismo como contrarrevolución “no consistió de ninguna manera en la restauración de la situación anterior”. Fisher señala muy lúcidamente algo a lo que también ha apuntado Paolo Virno: como respuesta del mando capitalista a la oleada de luchas del 68 la “nueva derecha” capturó exitosamente las corrientes y sueños expresados por la contracultura. A partir del triunfo de la contrarrevolución neoliberal el comunismo ácido, que en un momento parecía inevitable, es desechado como imposible.

En este nuevo escenario, al obtener legalmente la consagración del matrimonio homosexual se evaporó gran parte del potencial subversivo del MLH, lo cual es parte de las dinámicas ya acostumbradas de recuperación y neutralización de las tendencias críticas por parte del muy flexible sistema de dominación. Pero algo mucho más novedoso y sorprendente es que la extrema derecha actual intente con cierto éxito aparecer como portavoz natural de las disidencias sexuales, apostando a la “fascistización” de ciertos sectores que ya no se sienten representados ni en el MLF ni el MLH en sus expresiones más radicales (anticapitalistas/antiautoritarias), ni tampoco en las versiones y representaciones socialdemócratas o progresistas/liberales.

No todos los sectores de la extrema derecha han aceptado el pinkwashing con entusiasmo. El Frente Nacional francés y Alternativa para Alemania han enfrentado la oposición de los sectores tradicionalmente homofóbicos. Así, Nacho Esteban señala que el homonacionalismo positivo ha generado también una versión negativa, por ejemplo cuando desde “los países ex soviéticos dibujan una estampa perversa de los ‘eurosodomitas de Gayropa’, que apuntala su excepcionalidad como bastión último de los valores tradicionales y naturales”. A su vez,esto genera como contra-reacción que en Europa Occidental se justifique la expansión de la Unión Europea hacia el Este exigiendo la despenalización de la homosexualidad y reivindicando “la europeización con los derechos LGTB como valor europeo”, lo que según Esteban constituiría una forma de “homocolonialismo”[18].

Todo este fenómeno resulta tan desconcertante que llevó a Didier Lestrade a decir hace una década que “estamos frente a un cambio sin precedentes: los años 2000 son testigos de una instrumentalización de la causa LGBTI contra otras minorías. Los gays contra los árabes y los negros. Es la primera vez que eso ocurre en la historia gay”[19].

Dentro de la dinámica que se ha denominado como “homonacionalismo”, es posible constatar que parte de la transgresión irreverente asociada a los movimientos de liberación de los setenta se ha traspasado en un curioso giro a la nueva rebeldía de una derecha que basa su éxito en postularse como irreverente y políticamente incorrecta.  Para entender mejor el proceso, nos concentraremos en unos pocos casos emblemáticos. En primer lugar, el ya mencionado Limonov, que tras pasar casi dos décadas fuera de Rusia regresó y fundó junto a Dugin la extravagante corriente nazbol, y que no tuvo mayor problema en enfrentar la tradicional homofobia rusa tras haber publicado “El poeta ruso prefiere los negros grandes” (1979)[20], un libro dedicado a sus memorias de cuando vivía en la ciudad de Nueva York, donde entre otras cosas fue amigo del cantante Lou Reed (ex Velvet Underground cuyo mayor éxito en solitario se llamaba precisamente “Caminando en el lado salvaje”), se vinculó a los trotskistas procubanos del Socialist Workers Party (fundado en los treinta por colaboradores  norteamericanos de León Trotsky, y que para los años setenta estaba masivamente infiltrado por agentes de la CIA), y según relata mantenía relaciones sexuales con “afroamericanos” en los baños públicos, todo muy en sintonía con la famosa canción de Lou Reed[21].

Estas experiencias se relatan en el libro que tituló “El poeta ruso prefiere los negros grandes” (1979)[22]. Aunque posteriormente aclaró que el contenido del libro era parcialmente ficticio, incluye descripciones tan vívidas como esta:

“Cuando rematé su orgasmo y esa fuente se derramó encima de mí, en la boca, me sentí completamente feliz. ¿Conocéis el sabor del esperma? Es el sabor del ser vivo. No conozco nada que tenga un sabor más vivo que el semen”[23].

Sin importar mucho qué tan verídicos son estos recuerdos, o por qué tuvo que relativizarlos posteriormente, son relevantes en tanto permiten entender un aspecto de la estética política de Limonov: la reivindicación de los freaks y marginales como los verdaderos sujetos revolucionarios, no así trabajadores ni estudiantes. Todo un ejemplo de fascismo contracultural, o si se quiere, fascist punk.

Saltando desde Nueva York a Moscú pasamos a Inglaterra, de donde proviene el muy polémico y provocador ultraderechista alternativo Milo Yiannopoulos, autodefinido como “el más famoso supervillano de internet” que promovía sus charlas bajo el título de “Dangerous faggot tour” (o “el tour del maricón peligroso”). Su objetivo, además de la provocación, era presentarse como un “guerrero de la libertad de expresión”, atacando al islam, a los “guerreros de la justicia social” y a la corrección política. Mientras apoyaba a Trump, defendía el racismo blanco y declaraba que “el feminismo es un cáncer” fue un emblema de la Alt-Right, causando graves altercados con grupos antirracistas durante sus polémicas charlas.

Hay quienes han visto en personajes como Milo, en Trump y la Alt-Right en general más allá de su apariencia superficial, tan chocante para la izquierda liberal y progresista, “síntomas de algo más profundo, de formas de rebelión posmodernas que nadie había sabido prever, y que ahora retumban en los oídos de muchos con la risa estridente del Joker”[24]. Para entender esa risa, convendría acudir al Manifiesto de la Alt-Right redactado por Yiannopoulos (inglés de origen judío/griego) junto a Allum Bokhari (americano/pakistaní), traducido y difundido rápidamente por los amigos de El Manifiesto en el contexto del triunfo electoral de Donald Trump el año 2016, destacando su “inteligencia crítica y la independencia de pensamiento, por encima de sexo, raza, condición y origen”,y el hecho de quefuera destacado por la cadena de noticias Bloomberg como uno de los cuarenta artículos periodísticos más destacados del año.

En el Manifiesto Alt-Right los autores descartan la fácil asociación que sus enemigos hacen entre la “derecha alternativa” y los supremacistas blancos tipo Stromfront White Nationalist Community, y califican a la primera como “un movimiento nacido en los márgenes más subversivos, más underground y más juveniles de Internet”, como 4chan y 8chan. A modo de comparación señalan que mientras “los skinheads, en general, son matones poco instruidos y de bajo coeficiente intelectual impulsados por la emoción de la violencia y el odio tribal”, la alt right “es un grupo de personas mucho más inteligente, lo que tal vez sugiere por qué la Izquierda los odia tanto. Son peligrosamente brillantes”[25].

En cuanto a inspiración intelectual señalan a “pensadores tan diversos como Oswald Spengler, H.L. Mencken, Julius Evola, Sam Francis y el movimiento paleoconservador que cristalizó en torno a las campañas presidenciales de Pat Buchanan” y la “Nueva derecha” francesa. Mencken y Francis, dos figuras públicas conservadoras y racistas, serían el aporte norteamericano a esta amalgama.

Su primer centro de pensamiento fue AlternativeRight.com, fundado por Richard Spencer en 2010. Luego destacan al “masculinista gay” Jack Donovan como “uno de los más tempranos abogados para la incorporación de los principios masculinistas en la ‘alt right’”. Su libro “El camino de los hombres” (The Way of Men) contendría “jugosas reflexiones sobre la pérdida de virilidad que acompaña a las sociedades modernas y globalizadas”. No resulta nada casual que la traducción y distribución al español de dicha Biblia haya corrido a cargo de los “pancriollistas” chilenos[26].

Otros sectores que confluyeron en el movimiento serían los aislacionistas, los prorusos y los antiguos partidarios de Ron Paul (ex miembro del Partido Libertario devenido Republicano) “frustrados por el continuo dominio neoconservador del Partido Republicano”. De hecho, este tipo de conservadores tradicionales son odiados por los derechistas alternativos, que los denominan cuckservatives (cuck significa “cornudo”), por entregarse al establishment.

También mencionan a otros brillantes compañeros de ruta:  los “neoreaccionarios” (NRx) encabezados por Nick Land, que sometieron a una rigurosa critica la democracia, el liberalismo y el igualitarismo. Junto a un público objetivo que definieron como “conservadores naturales”, mayoritariamente “varones blancos americanos de clase media que, de forma radical y sin ningún tipo de complejos, priorizan los intereses de su propio grupo demográfico”, el objetivo de esta heterogénea alianza sería preservar la cultura -que para ellos es inseparable de la raza (blanca)- y detener o reducir de forma drástica la inmigración.  

La vertiginosa carrera influencer del joker Yiannopoulos se vio bruscamente interrumpida hacia el año 2017, cuando se difundieron videos con declaraciones en que justificaba la pedofilia, señalando que era tan bueno dando sexo oral gracias a un cura católico que conoció cuando era menor de edad, y que los hombres maduros “ayudan a los jóvenes a descubrir quienes son”. Este escándalo le costó censura en redes, disminución masiva de seguidores, la no publicación de su autobiografía “Dangerous” por una prestigiosa editorial que ya la tenía en preventa, la declinación de la invitación a hablar en una cumbre de la Unión Conservadora Americana, y la salida de su puesto de editor de Breitbart News, una plataforma propagandística de extrema derecha sostenida por Steve Bannon. Actualmente Milo se declara ex gay[27].

En Francia, además del ya mencionado Renaud Camus, destaca la Gaie France magazine, fundada en 1986 como órgano de expresión de la extrema derecha gay, que trató de ganarse un espacio dentro del Movimiento de Liberación Homosexual, proponiendo un ideal elitista, europeo y pagano, vinculado a la idea de pederastia, con base en “los modelos viriles de los efebos griegos y romanos, los boy-scouts y la Hitlerjugend como otras tantas formas de iniciación a la vida comunitaria adulta”[28]

Su fundador, Michel Caignet, que en su juventud había militado en la Fédération d»Action Nationale et Européenne, se quejaba de que “entre algunos camaradas, prevalece la opinión moral de que como nacional-socialista uno no debe ser gay y que como gay uno debe estar obligatoriamente en contra de su propio pueblo e intereses”[29]. En 1997 fue detenido y luego condenado a penas de cárcel por cargos relativos a pornografía infantil.


[1] https://elpais.com/internacional/2022-06-19/el-partido-de-le-pen-consigue-grupo-propio-al-alcanzar-su-mejor-resultado-en-unas-legislativas.html

[2] https://www.radiovillafrancia.cl/la-extrema-derecha-francesa/

[3] El libro fue editado en español por Bellaterra en el 2017.

[4] Nacho Esteban, “El avance del homonacionalismo. Una nación LGTB”. El Orden Mundial, 16 de noviembre de 2017.

[5] Nunca olvidaré cuando a fines de los noventa vi en el campus Huérfanos de la extinta Universidad ARCIS una impresionante muestra que cubría todas sus paredes con titulares abiertamente homofóbicos tomados de la prensa de izquierda durante la Unidad Popular. El panorama no había cambiado mucho en los partidos de izquierda para ese entonces, a diferencia de la actualidad, en que todos los partidos e instituciones tratan de mostrarse como feministas y/o gay friendly.

[6] Pablo Stefanoni, “El futuro como ‘gran reemplazo’. Extremas derechas, homosexualidad y xenofobia”. Nueva Sociedad, No 283, septiembre-octubre de 2019, pág. 13.

[7] Ibid.

[8] En la derecha chilena también destaca la figura de Valentina Verbal, intelectual transexual que fue del Opus Dei y ha sido candidata por Renovación Nacional: https://www.theclinic.cl/2013/02/01/valentina-verbal-la-candidata-transexual-de-rn-soy-virgen-si-alguien-me-quiere-ayudar-no-hay-problema/

[9] Salvador Martínez, “Las tropas de Hitler no eran tan gais”. El español, 15 de marzo de 2018.

[10] Stormtroopers: A New History of Hitlers’ Bronwshirts, Yale University Press, 2017.

[11] Homosexuality and Community in the Early Nazi Movement, Ed. Harrington Park Press, 2015 (“Las familias de las Tropas de Asalto: homosexualidad y comunidad al comienzo de movimiento nazi”), referido por Salvador Martínez, op. cit.. Otro libro específicamente dedicado a las SA es el del español Javier Casquete, Nazis a pie de calle (Alianza Editorial, 2017).

[12] Martínez dixit: “Establecido el III Reich en marzo de 1933, se hizo innecesario tener a las SA pegándose en la calle. En lo que respecta a la homosexualidad, la Alemania nazi comenzó su represión y persecución al poco de hacerse Hitler con el cargo de canciller. Esta situación derivó en la purga de Röhm y otras figuras de las SA que tenían como agenda, ante todo, “desafiar al viejo orden de las élites del país, incluidas las del Ejército”, según Siemens. “Las SA creían en una ideología que primaba deshacerse de las élites tradicionales en Alemania, remplazándolas por gente de las SA. Esa agenda no fue siempre la del Führer”.

[13] Existe alguna versión cinematográfica de este evento cuyos datos no tengo, pero se exhiben fragmentos de la recreación de la Noche de los cuchillos largos en el impactante videoclip de la canción “Riot squad” (1981) de la banda punk norteamericana Toxic Reasons. Véanlo en youtube. Las imágenes del acribillamiento de nazis recostados y sangrando uno junto al otro se mezclan con imágenes de la brutal represión de una enorme manifestación de Solidarnosc en Polonia, mientras el coro describe al “escuadrón antidisturbios, escuadrón nazi, con escudos de plexigas”, dispuestos a hacerte mierda porque “no les importa nada”, y ante eso llaman a resistir hasta morir (“You’re under arrest, you don´t know why/Resist, resist, resist, you’re gonna die”). Si bien las imágenes representan la represión inter-fascista y la represión estalinista, ahora las veo y recuerdo la actuación policial en Plaza Dignidad.

[14] Salvador Martínez Más, “Los gais de la ultraderecha alemana no sólo existen, dirigen el partido”. El español, 26 de abril de 2017.

[15] Citada por Stefanoni, ¿La rebeldía se volvió de derecha?, pág. 154.

[16] Mark Fisher, “Comunismo ácido. Introducción inconclusa (2016). En: K-Punk, Volumen 3. Escritos reunidos e inéditos (Reflexiones, Comunismo ácido y entrevistas). Buenos Aires, Caja Negra, 2021, pág. 130-132.

[17] Louis Althusser en “El porvenir es largo” (Barcelona, Destino. 1992).

[18] Nacho Esteban, “El avance del homonacionalismo. Una nación LGTB”. El Orden Mundial, 16 de noviembre de 2017.

[19] Lestrade, ¿Por qué los gays se pasaron a la derecha? (2012), citado por Stefanoni, op. cit., pág. 16.

[20] Esa es la traducción del título original en francés. En alemán se tituló “Fuck off, America” y en inglés “It´s me, Eddie”. El 2014 se editó en español como “Soy yo, Édichka”, en traducción de Ana Guelbenzu, por ediciones Marbot.

[21] “Candy came from out on the Island/In the backroom, she was everybody’s darlin/But she never lost her head/Even when she was giving head/She says: Hey, babe/Take a walk on the wild side” (Incluida en el album Transformer, 1972). Seguro que la han escuchado en la radio.

[22] Esa es la traducción del título original en francés. En alemán se tituló “Fuck off, America” y en inglés “It´s me, Eddie”. El 2014 se editó en español como “Soy yo, Édichka”, en traducción de Ana Guelbenzu, por ediciones Marbot.

[23] Eduard Limonov, Soy yo, Édichka, 1979, citado en V.A., Patriotas Indignados, Alianza, 2019, pág. 287.

[24] Adriano Erriguel, “En las raíces posmodernas de la Alt-Right (I)”, El Manifiesto, 5 de septiembre de 2017.

[25] Milo Yiannopoulos y Allum Bokhari, “El Manifiesto de la Alt-Right”. El Manifiesto, 13 de diciembre de 2016. 

[26] https://pancriollismo.com/2019/07/04/cpi-007-jack-donovan-el-camino-de-los-hombres/

[27] https://www.independentespanol.com/politica/milo-yiannopoulos-ex-gay-b1815447.html

[28] Diego Luis Sanromán. La nueva derecha. Cuarenta años de agitación metapolítica. Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 2008, pág. 257.

[29] https://kripkit.com/michel-caignet/

 

27 de junio, 2022.

Fuente: https://www.radiovillafrancia.cl/homonacionalismo-pinkwashing-y-xenofobia-gay-friendly/

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